Celebración
Lentamente se termina la celebración. Quedan los gritos y las sombras de borrachos anónimos, que insisten en continuar hasta que el sol descubra su calor, o si acaso es la luz que se ventila entre las nubes. Así se va un año, o comienza un nuevo ciclo. Es lo que deseo, es lo que espero, comenzar a caminar.
En esta hora agradezco de todo corazón a los que me acompañaron, a todos los que llamaron y escribieron, a los que me saludan desde el lunes en la madrugada, y apretaron fuerte mi pecho. Saludo a los amigos cercanos y a aquellos personajes que son más distantes y que igual se meten en el bochinche, a los que quisieron acompañar pero sus responsabilidades primordiales se lo impidieron. Quisiera transmitir la sensación de plenitud que se logra cuando se comparte con tanta gente, con tantos mundos, con historias dispares que se mezclan y hacen una unidad de latencias, una orquesta de momentos, un crisol de inteligencia y amor.
Sólo decir que cuando más se necesita la compañía uds. han estado, me han acogido de distintas maneras, sembrando alegría en mi corazón.
El lunes pasado la media noche me abrazo primero la Rebeca –sonriza bella y mirada despierta- luego el saludo de Palomita y Paloma –la dominicana, la Cony, la Daniela, el Rodrigo, Bruno, Italo, Matías, Manuel, Miguel, Fernando… Un saludo por celular esperado y luego dolido –esas circunstancias no las comentare- fue el momento que te colocan el alma en remojo, una especie de llamada de atención: “la vida mejor, es la que se disfruta a montón, pero cuidado que tanta vida te puede marear…” y me sentí mareado.
Ahora estoy terminado. No queda más que ordenar los compromisos y las tareas que asumí con la Ju y la Goga. El secreto que compartió la Mikaela, la bella sonrisa que me regalo la Andrea, el fresco abrazo de Iván, el afiche maravilloso que preparo Salvador, el estuche para tabaco –delicado regalo como siempre- de la Pamelete, una corbata, un libro, una revista, la película, un peluche de la frágil Vivian, un disco jazz de Tania, o la visita de la delegación de las brujitas del arco –muchas gracias por el gorro-, o el gesto de la Poro al entregarme un pequeño presente. En fin, mis amigos y colegas me dieron un momento de alegría infinita, mucho baile y parranda –Gufo, la chica, Rodrigo y todos lo demás- que termino en el suelo revolcándonos en medio de la pista (debo aclarar que me tome dos wisky y en algún momento me sentí algo festivo). Bailé como hace mucho no lo hacia, me reí y pensé en las ausencias. Que más da, si estoy empezando un nuevo ciclo.
En esta hora agradezco de todo corazón a los que me acompañaron, a todos los que llamaron y escribieron, a los que me saludan desde el lunes en la madrugada, y apretaron fuerte mi pecho. Saludo a los amigos cercanos y a aquellos personajes que son más distantes y que igual se meten en el bochinche, a los que quisieron acompañar pero sus responsabilidades primordiales se lo impidieron. Quisiera transmitir la sensación de plenitud que se logra cuando se comparte con tanta gente, con tantos mundos, con historias dispares que se mezclan y hacen una unidad de latencias, una orquesta de momentos, un crisol de inteligencia y amor.
Sólo decir que cuando más se necesita la compañía uds. han estado, me han acogido de distintas maneras, sembrando alegría en mi corazón.
El lunes pasado la media noche me abrazo primero la Rebeca –sonriza bella y mirada despierta- luego el saludo de Palomita y Paloma –la dominicana, la Cony, la Daniela, el Rodrigo, Bruno, Italo, Matías, Manuel, Miguel, Fernando… Un saludo por celular esperado y luego dolido –esas circunstancias no las comentare- fue el momento que te colocan el alma en remojo, una especie de llamada de atención: “la vida mejor, es la que se disfruta a montón, pero cuidado que tanta vida te puede marear…” y me sentí mareado.
Ahora estoy terminado. No queda más que ordenar los compromisos y las tareas que asumí con la Ju y la Goga. El secreto que compartió la Mikaela, la bella sonrisa que me regalo la Andrea, el fresco abrazo de Iván, el afiche maravilloso que preparo Salvador, el estuche para tabaco –delicado regalo como siempre- de la Pamelete, una corbata, un libro, una revista, la película, un peluche de la frágil Vivian, un disco jazz de Tania, o la visita de la delegación de las brujitas del arco –muchas gracias por el gorro-, o el gesto de la Poro al entregarme un pequeño presente. En fin, mis amigos y colegas me dieron un momento de alegría infinita, mucho baile y parranda –Gufo, la chica, Rodrigo y todos lo demás- que termino en el suelo revolcándonos en medio de la pista (debo aclarar que me tome dos wisky y en algún momento me sentí algo festivo). Bailé como hace mucho no lo hacia, me reí y pensé en las ausencias. Que más da, si estoy empezando un nuevo ciclo.
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