Bienvenido.

Fui a conocer al hijo de mi comadre Alejandra. Es un pequeño gran bebe –peso casi cuatro kilos quinientos y midió más de cincuenta centímetros- llamado León. Creo haber mencionado que el nombre lo eligió mi ahijado Simón y que en este proceso, tal vez inconciente de la responsabilidad de tan marcador hito en la vida de un ser humano, lo considera cómo parte de su dominio. Definitivamente es una gran responsabilidad. Los nombres, en especial los de pila, tienes mucho que ver con la manera que nos marcamos en la vida, sutilmente ayuda a definir socializaciones en la comunidad y destacan tendencias temporales para la identificación de generaciones de sujetos. Por ejemplo es habitual toparse con nombres de origen anglosajones para menores de 20 años. Cosa que se replica con nombres de origen más devoto de las décadas anteriores, o de sonido latino para los que se empinan por sobre los cincuenta años.
Ahora mi pequeño sobrino tendrá que lidiar con una identidad fuerte –en todo caso es sólo especulación, pues quien podría decir con certeza que será un hombre si de uno mismo operan constantes cambios. Lo que sea, y la manera en que le marque en la vida será parte de su propio relato, su biografía. Por el momento le escribo
:

Bienvenido León:


Ronroneando al cariño,
Rugiendo a la injusticia.
Ten paciencia,
/ que en este mundo ser genuino es contradicción.
Habrá alguno que celebre la honestidad
/ otros reprocharán la integridad.
Sé un felino grande y fuerte
/ no te dejes avasallar por la ignorancia
/ ni desfallecer ante la maldad.
Has llegado a un mundo que a pesar de todo aun se puede cambiar.

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