La Amortajada (María L. Bombal) la escritura como poema
"La lluvia, cae, fina, obstinada, tranquila. Y ella la escucha caer. Caer sobre los techos, caer hasta doblar los quitasoles de los pinos, y los anchos brazos de los cedros azules, caer. Caer hasta anegar los tréboles, y borrar los senderos, caer."
“La Amortajada” (1938) de María Luisa Bombal es de las obras más bellas de la primera mitad del siglo XX. Es una especie de gran poema lleno de cadencias de dulces combinaciones retóricas que describen la voz de Ana María, una mujer recién fallecida que ha adquirido conciencia de su estado, la muerte, mientras es preparada para la ceremonia fúnebre.
La idea de un ente -una persona- capaz de observar su proceso del rito mortuoria es algo que se estila en diversas culturas, mecanismos que explican el sentido social de la muerte, pues tanto en la ritualidad, como en la individualidad del fallecido se expresa un cúmulo de nociones que le dan identidad a un grupo, pero además, agrega espesor narrativo a un acto universal de la condición humana.
En el caso de la Amortajada, ella despierta consciente de su estado y mientras comienzan a describir las visitas de los que le sobreviven, empieza un proceso de revisión de su propio paso por el mundo, partiendo por la primera persona con la que descubrió el amor de adolescente, Ricardo y también con el que obtuvo desilusión y desamor.
La gran virtud de este extenso cuento, o novela corta según sea el criterio con el que se lee, es su extraordinaria forma de descripción de las atmósferas, el entorno húmedo y verde de un territorio que podemos suponer que es el sur austral del continente, que es a la vez un mito trasplantado en la poesía de generaciones de escritores y narradores, y que en María Luisa Bombal tenemos a una de las mejores exponentes al lograr una bella sonoridad en su lírica, con capacidad para llegar a ser lívida, como la presencia de la misma Amortajada.
Ese ritmo discurre como un suave torrente líquido, sintaxis de palabras, frases y oraciones cuidadosamente pensadas, y sentidas, para producir el sonido de la descripción del viaje final, relato que transcurre mientras transitan las visitas apesadumbradas por la pérdida en este plano existencial, familia y amigos, todos parte de un coro de experiencias que forman la totalidad de la historia de la protagonista, redes de relaciones que le dan sentido y significación, y que nos ubican en su condición e identidad.
Es tan significativa esta idea: la construcción de la identidad a partir de las experiencias sociales, que puede ayudar a situar a la propia Bombal como escritora parte de una extensa e intensa red de experiencias que están relacionados con personalidades de la cultura de la década de 1930 en Chile y especialmente en Buenos Aires en compañía de Victoria Ocampo, Pablo Neruda o José Luis Borges, todas aquellas relaciones que explican su vida y obra del periodo de formación de este cuento.
De este modo, el tono poético de la narración la acerca a la perspectiva de la prosa poética, estilo que permite construir un relato que en largos pasajes podrían ser leídos, y disfrutados, como un poemario y que para muchos críticos de la autora la entienden en el contexto personal que le correspondió vivenciar.
Para Ana María, la Amortajada, las circunstancias precisas de cada remembranza tienen el tono y sentido de las relaciones sociales y culturales propias del mundo de la primera mitad del siglo XX, donde la modernidad se instala como una posibilidad reforzada por discursos emancipadores que recién consideran a la mujer sujeto de derechos.
Hay algunas cuestiones obvias: la forma de la familia nuclear, o el romance dependiente que a la vista de nuestro presente posmoderno parece más propio de un mundo pretérito de silencios propios de la vida privada y condiciones prefijadas donde el ser masculino y femenino –cerrado absolutamente en la combinación binaria y heteronormada- donde un personaje como Ana María su abanico de opciones queda limitado por el propio peso del destino definido por un "orden natural" y muchas veces opresivo.
Sin embargo, el alma social de Ana María denota rebeldías, cierto ánimo emancipador, un reclamo que subyace en el control de su vida y ánimo, todo descrito, como hemos dicho, de modo bello.
Definitivamente una gran obra para este tiempo invernal y de cuarentena.