Sosiego (uno)

Es tiempo de perplejidades. No existen motivos para oponer a la desolación del mundo un poco de optimismo, sin embargo cada jornada la enfrentamos con nuestras fuerzas al limite, seguros que al fin encontraremos el sosiego en algún lugar, en lo posible en nuestro hogar, que este cargado de energías que nos nutran para continuar en nuestras tareas cotidianas. Sin embargo ese lugar tan esperado, arreglado de nuestro patrimonio subjetivo –recuerdo que cunado pequeño intentaba “decorar” mi casa gris, donde tantos dolores se asomaron- no es suficiente, acaso es el propio hacinamiento, el ruido que traspasa los límites de nuestra intimidad, o los sonidos de nuestro entorno inmediato, perturban el anhelado descanso.
Pero que pretenciosos somos todos. No existe tal lugar, más es solo la molestia –ruido y sonidos perturbadores- lo que nos intranquilizan desde adentro, desde la subjetividad del sujeto que busca, y en esa aventura levanta los sonidos de la intranquilidad.
Suena muy budista. Algo de eso puede haber. Lo que intento transmitir es una intuición, que se asoma –reconozco lecturas de por ejemplo el “Dhammapada”- pero que se dan sentido en esa mirada introspectiva que tiene que ver con cierta honestidad con las voces del alma, la prístina posibilidad de redimir cada día la mirada que se opaca con tanto dolor.
Por otra parte esta el hacer, el construir –alguien asume el papel de la intrahistoria- que el mundo mejore, se transforme en otra dirección, distinta de la que fuerzas hegemónicas de nuestro tiempo.

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