Noche de música sabrosa
Es parte de una tradición en la Maestra.
Como espacio que permite la expresión de otras manifestaciones y estilos diversos de la cultura musical, que va más allá de lo estrictamente rumbero –que difícil decirlo de esta manera cuando se quiere referir a una amplia gama de formas que van desde el bolero, el son, la guaracha, la bachata, la salsa como expresión más reciente, o la música negra del Perú, etc.- y que tiene su punto de inflexión en el jazz.
El Latin Jazz es la manera en que se juntan dos tradiciones que son ya substratos culturales, síntesis de sus propios caminos, vale decir los ritmos y formas de influencia caribeña y africana, unido a la tradición sincopada del jazz, un mundo propio que evoluciona desde el siglo XIX en algunos estados del sur de Norteamérica -nuevemante Africa. El lugar de reunión es la amalgama barrial de inmigrantes de Nueva York, en la década del cincuenta, puertorriqueños y anglosajones, cubanos y judíos, negros e italianos, que se vinculan en un minuto preciso y surge un sonido particular que es el medio camino de la salsa moderna –las aportaciones son innegables- y que tienen en sujetos como Ray Barreto, Richi Rey, Tito Puente, Boby Cruz, Eddy Palmieri, y otros tantos más, una generación que marcan con una personalidad única este estado de la música.
Decirles a muchos salseros “duros”, de esos que se bailan con esmero cinco noche a la semana, cincuentidós semanas al año, por ya diecisiete años, que estos personajes han hecho aportes soberbios a este estilo. Cheo Feliciano, o la Sonora Ponceña, tiene registros precisos que enriquecen el acerbo universal. En muchos de esos primeros LP se encuentra un track de corte sincopado, sabroso y entero, que soporta esta micro historia.
Es singular, en todo caso, el nivel de desconocimiento, en algunos casos de desprecio, de esta vertiente magistral de la salsa, de parte de esos “rumberos” que mueven la nariz al escuchar los compases en cuestión. Sin ir muy lejos, anoche se presento una de las bandas que da que hablan en el ambiente, y que tiene el adicional de ser una formación que promedia los 20 años de sus integrantes. Son muchachos de un talento que rememora el mito de las formaciones originales, que se siente la alegría al interpretar cover, con arreglos que no siempre tienen una prolijidad –es tal vez el lado débil de esta agrupación, la falta de una dirección más clara- y que con la fuerza de cada uno, en un coro de 14 músicos se transforma en un espectáculo de permanente eclosión. Me refiero a la Songo Band. Pero he hay la cuestión, lo “puristas” se retiran, no es parte del “estilo” de la música para bailar, sin siquiera intentar conocer ese sonido que es tan cercano a lo que bailan.
Hace dos semana –el último miércoles de abril- se presento un cuarteto que esta en la misma idea, la de desplegar los registros de este estilo, pero con la experiencia y el cuidad de uno de los músicos más completos que se puede tener acceso en un lugar como la Maestra, me refiero a Manuel Ramírez. Ese fue otro punto, experimento, en sus palabras, que marco un pequeño hito en la historia de este escenario. Nuevamente hubo gente que esperaba la calidad de Manuel con su formación salsera los “Durisimos”.
A pesar de todo esto, el Latin Jazz tiene presente, y un futuro promisorio.
Congratulaciones.
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