Los estudiantes la llevan.

A principios de los noventa peleamos con fuerza contra la reglamentación de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Educación)- su promulgación fue hecha por la Dictadura unas horas antes de entregar el mando del país en marzo de 1990. Pero todo fue en vano. Resulta que ya la Concertación estaba en la lógica de los acuerdos, y no permitiría que un grupo de estudiantes buscara entrabar un ruteo que estaba -probablemente aunque no me consta en este punto- ya negociado con la derecha.
Fue así que al finalizar el gobierno de Aylwin, Chile avanzaba por la senda del olvido y el conformismo. La desarticulación de los movimientos sociales que nutrieron de fuerza la lucha por la democracia colocaban el cierre de muchas iniciativas, y la apatía se apoderaba de todo espacio donde antes existieron sueños y esperanzas. Ya nadie se acordó del LOCE, ni de las implicancias que tiene para el desarrollo del país una estructura normativa que se impulsa sobre el principio de subsidiariedad –por sobre la solidaridad-, que impone un esfuerzo a los gobiernos municipales la gestión y administración de todo el tejido estructural que forma a los “sujetos” que nutrirán con sus capacidades el futuro de la nación. Es doblemente difícil pues además esta ley tiene el objeto de amarrar la educación al modelo de desarrollo –neoliberal- restringiendo la capacidad de regulación pública, y premiando la iniciativa del particular que se genera oportunidades de negocio en esta área. Éticamente es cuestionable su sentido, pero a la vez es consistente con el modelo de desarrollo que se impuso, y luego se valido en los gobiernos de la Concertación.
Hoy, doce años después de ese tiempo, nuevamente se habla del LOCE, de su importancia nefasta en la base de la frustración, aunque no es la única importante, que se genera en las nuevas generaciones de estudiantes que compiten por encontrar un sentido a todos los años en el sistema educacional.
Hoy, son nuevamente los estudiantes que intenta impulsar un petitorio amplio, que recoja parte de esa tarea que no se termino en el tiempo de nuestra generación, que simplemente fue reprimida –al igual que ahora- y que se hablo de peticiones extemporáneas e irresponsables –colocaban en cuestión la transición a la democracia.
Hoy, ya las tareas principales de la transición están concluidas, o avanzan en sus respectivos procesos, es necesario continuar con el desmonte de la estructura sustentadora del modelo, abriendo un espacio de debate y reflexión de la manera que queremos construir, que institucionalidad se quiere dar nuestra sociedad, que Constitución se quiere validar, que camino de desarrollo se quiere seguir. Este es un primer impulso para iniciar un tiempo que permita cerrar definitivamente esta etapa en la historia, la que lego la Dictadura.
Es adicional el desafío. En nuestra historia republicana estos cambios siempre han sido en torno a importantes periodos de inestabilidad. La Constitución de 1833 fue expresión de la lucha de dos modelos que se enfrentan en los albores de la Republica, y luego es el triunfador el que impone su esquema institucional. Todas las reformas importantes del resto del siglo se dan bajo esta misma premisa –tención, triunfo, hegemonía. Hasta llegar a la Constitución de 1925, nuevamente expresión de crisis que se resuelve y que se expresa en un nuevo modelo institucional. La Carta de 1980 es parte de esa lógica –por lo demás una de las más dolorosas en la historia de nuestro país.
No es alentador espera que este esquema se vuelva a repetir. Aunque sospecho que es inevitable.
Es por esto que se debe estar preparado para que este cambio sea los más integrador posible, fruto de la diversidad de visiones que existen en nuestra sociedad, y sin exclusiones para una síntesis que permita incluir.
Por mi parte estará todo el trabajo que he desarrollo –al alero de la tremenda creación de Pablo Silva M- en torno al enfoque de Proceso, como herramienta que pudiera permitir una mejor compresión de los estadios de desarrollo que los sistemas en los que se encuentran las organizaciones humanas.
Fuerza muchachos.

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