Los estudiantes la llevan. Tres.

Esta tarde estuve en el centro de Santiago. Después de una reunión de trabajo partí con mi hija –esta en paro su colegio- a la Alameda. La rebelión de los pingüinos estaba en su apogeo, era entre el frontis de la U. de Chile y Morande. Debo reconocer que es ese momento, eran pasadas las tres de la tarde, los pacos se contenían de avanzar contra el numeroso grupo de estudiantes que cerraba el paso por la avenida. Saque mi cámara –es análoga así que recién mañana tengo las fotos- y comencé a disparar. Mi hija me apretaba y controlaba mis impulsos por acercarme un poco más. Recordé mis tiempo de “luchador callejero”, y mis propias osadías cuando enfrentaba la represión policial a fines de los ochenta, y también un par de veces cuando luchábamos por la derogación de esta misma ley –LOCE- a principios de los noventa. En un momento las fuerzas de contención perdieron la paciencia y lanzaron una estocada para dispersar. En esa tirada nos retiramos entre las molestias de los gases lacrimógenos.
Empezamos a caminar hacia Plaza Italia –nos esperaban en la Maestra para el almuerzo de despedida de Álvaro. En un momento nos encontramos frente la Biblioteca Nacional, lugar donde se realizaban las negociaciones entre el ministerio y la delegación de los estudiantes. Un grupo, pequeño en comparación con el que se encontraba frente al paseo Ahumada, entonaban cánticos y gritos apoyando a sus representantes. En un momento una pareja se acerco con cauchas y fueron rechazados por la mayoría del lugar.
Que cosas. Ahora vuelvo a la despedida de mi amigo. Pero esa es otra historia.

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