Chao Pelao.

Chao pelao. Así dicen algunos carteles que están pegados las paredes de la Maestra. Lo acompaña un papelografo -donación de uno de los más files habituales, Salvador- que dice “Rumba de despedida. Martes 30”.
El viernes fue la última noche en los controles, esto cómo parte del estaf de funcionarios que dan vida a las jornadas de la Maestra. Cuando sonó una cueca que habla sobre un Santiago que ya no está, daban unos minutos para las 4:40 –limite de la música. Luego ese himno de Héctor Lavoe “Todo tiene su final”. En ese momento desplegamos el papelografo. Una botella de champagne y a celebrar.
El martes será él el festejado y colocará música para su gusto. Le acompañaran otros dj del circuito como Papaito. Temprano tenemos un almuerzo –he comentado sus dotes en la cocina- y nos deleitara con la última muestra de su mano prodigiosa.
A Álvaro lo conocí a fines de la década de los noventa en casa de una amiga común. Unos meses después coincidimos en el mismo lugar de trabajo realizando labores diversas. Fue un tiempo de admiración por un sujeto de una gran cultura y esa capacidad de relacionar temas, y que hace en definitiva que el conocimiento tenga un pequeño dejo e sabiduría –será acaso lo vivido, lo leído, lo caminado- que una conversación sea una permanente prueba de reflexión. Lo sentí siempre cómo un contraparte –lo digo humildemente- en que encontré una diversidad de opiniones y puntos de vista que no siempre fue compartido, pero si enriquecedor de mis propias aproximaciones a temas tan diverso como la política, libros, cine, música popular, antropología, lenguaje, comida, etc. Y por supuesto mujeres, ese mundo tan complejo.
De aquí un saludo para el maestro de la “Fuforología”, al padre del buen comer para bien amar, al paladín de los pequeños detalles que hacen de un momento un gran acontecimiento. Salud y buen viaje.

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