Viaje de un ángel.

Sostenida del pasamanos, colgada esperando que la micro –repleta- parta de una vez por todas, y mientras piensa en la gente que mira sin mirar algo en particular, metidas en sus mundos interiores, u otros aprovechado de dormir antes de llagar a sus destinos, cansados antes de empezar a trabajar.
Siente que la falda se le puede soltar, no importa, por último las medias de lana azuladas ayudan a mantener la compostura ante las miradas aprovechadas de los hombres que esperan la próxima sardinera llena de más almas. Vivir en la periferia, en los márgenes de la ciudad, vivir a una hora del liceo, o del trabajo para miles de obreros u oficinistas que buscan el logro de sus vidas, es en la practica lo que tendrá que hacer –lo más probable- toda su existencia, es algo que no le preocupa a pesar de estar muy presente en sus reflexiones.
Parte al fin. Siente cómo el conductor mete segunda casi sin transición, de sopetón ella es parte de un universo de sujetos que se hacen uno sin mediar el mínimo esfuerzo por compartir algo, todos son individuales a pesar de compartir sus vidas en esa fracción de tiempo, esa idea le incomoda. Siente que son tantas las circunstancias para poder decir, pero nadie se mira, se siente. Y ella no es quien, una pequeña joven que intenta completar sus estudios, una insignificante entre las mínimas, pero a la vez siente que tiene algo que decir, entregar a los demás.
Ya ha logrado acomodarse en la pisadera, la fría mañana no logra entumir esas ideas que tanto la motivan, y sabe que tendrá que esforzarse para lograr algo en la vida, romper el circulo que la clava a la realidad rutinaria de la pobreza, a ese discurso derrotista que impide cumplir los sueños, a esa estructura que la ata a estar con y como los suyos.
Ya se acerca a la avenida que conecta con el centro de la ciudad. El chofer mete velocidad como le han reclamado algunos pasajeros por su falta de diligencia en el acometido de hacerlos llegar a la hora a sus destinos. Ella no esta. Piensa y se imagina su vida, sus posibles pasos, los anhelos, en la mirada del muchacho de pelo desordenado que le envío un mensaje escrito con la caligrafía de los impertinentes. De pronto se hace todo brusco sonido. Sorpresa, miedo. Ella se convierte por un instante en un ángel, vuela por los cielos, su falda desaparece, se desnuda con su cuerpo delicado marcada por la desnutrición de la infancia, marcada por la alguna agresión de esas que se reciben de tanto ser testaruda. No importa, es libre…
Ahora paso por esa esquina y una animita siempre luminosa acompaña la mirada de los paseantes, los viajantes que cada mañana se acercan a sus sueños de una vida mejor.

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