Fantasmas (uno)
Sólo son fantasmas del lugar. Ella dice que son los cuadros –los murales que cubren las paredes- representan símbolos de magia, un llamado de quién sabe que espíritu, relatos atávicos, ancestrales, que se hacen presente y que se cargan de las almas partidas que visitan el espacio. Yo contesto que sólo son fantasmas, espectros de sonidos que han quedado atrapados como murmullo, repitiendo secretos de las esquinas de este lugar –la Maestra- el sitio desde el que escribo estas líneas de desesperación, mientras las voces se acercan y me intimidan.
Esta noche, hace no más de un par de hora, terminó la presentación de un grupo, Kitra, cultores del Reggae. Son parte de la casa, es decir que los consideramos amigos del boliche, nueva generación de habituales que circulan cada semana. Algunos se integran como parte de los trabajadores que hace posible que los otros, los que vienen y dejan su fuerza y sus frustraciones en los rincones disfruten. Algunos son amigos, unos niños más niños que mi propia infancia, que buscan los recursos para estudiar, o para vivir, y que se quedaron, van tres años.
Fue una función con todos los ingredientes de un jueves, esto es, rumberos duros –ortodoxos y dogmáticos- que no les gusta otra cosa que la salsa y que no permiten matizar en sus obstinaciones –por otra parte este lugar es de salsa, dicen. También están los buitres, acaso todos soltando anzuelos para lograr acompañar el cuerpo, buscando carne. Y por supuesto, están los fans, y muchos.
Resulta que un aliento recorre la Maestra, es el del “amol” (como quiere decir don Humberto Maturana) y esta noche tuvo su representación con Drigo -se darán cuenta que pixelamos los nombres-, y su cariñoso baile con su damita –“Fruta Fresca” de Carlos Vives- que le cantó con toda su alma… bello, bello.
Mi compadre Peláez –la altura de la cabina le mareó ¿o fue la visita?- me dice que lamenta que la ex de un amigo este muerta –yo la veo entera y en movimiento, le digo- si compadre, me dice, la ex de un amigo es intocable. Le digo que ojalá eso no sea más que una filosofía y no un principio.
Esta noche, hace no más de un par de hora, terminó la presentación de un grupo, Kitra, cultores del Reggae. Son parte de la casa, es decir que los consideramos amigos del boliche, nueva generación de habituales que circulan cada semana. Algunos se integran como parte de los trabajadores que hace posible que los otros, los que vienen y dejan su fuerza y sus frustraciones en los rincones disfruten. Algunos son amigos, unos niños más niños que mi propia infancia, que buscan los recursos para estudiar, o para vivir, y que se quedaron, van tres años.
Fue una función con todos los ingredientes de un jueves, esto es, rumberos duros –ortodoxos y dogmáticos- que no les gusta otra cosa que la salsa y que no permiten matizar en sus obstinaciones –por otra parte este lugar es de salsa, dicen. También están los buitres, acaso todos soltando anzuelos para lograr acompañar el cuerpo, buscando carne. Y por supuesto, están los fans, y muchos.
Resulta que un aliento recorre la Maestra, es el del “amol” (como quiere decir don Humberto Maturana) y esta noche tuvo su representación con Drigo -se darán cuenta que pixelamos los nombres-, y su cariñoso baile con su damita –“Fruta Fresca” de Carlos Vives- que le cantó con toda su alma… bello, bello.
Mi compadre Peláez –la altura de la cabina le mareó ¿o fue la visita?- me dice que lamenta que la ex de un amigo este muerta –yo la veo entera y en movimiento, le digo- si compadre, me dice, la ex de un amigo es intocable. Le digo que ojalá eso no sea más que una filosofía y no un principio.
Fue buena noche, buena vida, la compañía de los fantasmas me consuela a esta hora.
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