Enmudecido.

Es enredado terminar y comenzar. Es difícil y doloroso. Me refiero a que cuanto empeño le colocamos a algo se va haciendo ancho las gamas de posibles conclusiones.

Sergio doblo las manos, imploro: “Muérdeme, solo una vez”. Cual deseo que se pide al dios de su predilección. Y su dios es la vida de su joven amante.
La chica le miro de reojo. Parada en el umbral de la puerta del baño. Su rostro se descomponía a medida que el hombre esperaba la única respuesta que deseaba escuchar.
“Es solo cuestión de colocar sus labios sobre la piel y con los dientes presionar…” le dijo como para asegurar que el centro de todo era su pedido. La chica giro la cabeza: “entienda que su tiempo se acabo, que mañana ud. estará nuevamente en su oficina y yo durmiendo esta borrachera. Que la vida, de esa que tanto habla en sus comidas, cuando le acompaño a su café, cuando me mira y me dice que la honestidad y la integridad de las palabras… son solo invenciones de su corazón dañado”
El hombre sentado en el rincón que da a la tasa del escusado, no levanta la cabeza la apolla en la tapa, queda paralizado. Recuerda la palabra que utilizo para expresar el sufrimiento de la verdad “enmudecido”, por la revelación del sentido de su dolor. Recuerda que fue su mujer que le provoco tal conmoción y que nunca jamás pudo con ella.
La chica fue su sable para cortar su conmoción permanente. Hasta que el juego se hizo incontrolable. Nuevamente estaba enmudecido.

Comentarios

Entradas populares