Tierra viva

Nuestro Continente tiene vida. Su contenido es vida, son seres que cubren casi toda su superficie, hasta los rincones más inhóspitos se puede encontrar un trazo de vegetación o algún ser que pueble sus rincones. Así es nuestro continente. Pero además está viva su corteza, el sustento que nutre el ecosistema de la superficie en permanente movimiento –signo inequívoco para muchas culturas de la evidente manifestación de su existencia.
La cáscara que sirve de soporte primario a la actividad orgánica, en proceso de millones de años, se moviliza, en porciones de territorio que buscan el “pangea” original mezclando sus contenidos vivos, tanto como los continentes que los soportan.
La Hipótesis Gaia creada en la década del setenta, propone que el planeta se autorregula, de manera tal que permite la subsistencia única de los organismos que la habitan. Es una idea consistente científicamente, pero que además tienen la belleza de un mito moderno. Se sustentada en la evidencia de los componentes que soportan la vida orgánica –Oxigeno, Nitrógeno y Monóxido de Carbono- equilibrados de tal forma que permiten esta maravilla.
Pero podríamos extender esta idea a la naturaleza de los movimientos de la corteza. Un llamado de atención a nuestra infinita arrogancia que nos impulsa a creer que nuestro pasaje de seres vivos nos permite suponer que estaremos por sobre su llamado.
El problema es que donde se levantan las edificaciones se encuentran cruzadas por miles de personas que sufren la destrucción.
El llamado de atención en nuestro metro cuadrado es a tener presente que ese llamado puede golpear nuestro orgullo, el de chilenos habitantes del mismo continente que ha sido sacudido muchas veces pero que por el paso del tiempo –unos instantes en el ciclo geológico- se va olvidando las advertencias. La Tierra está viva.

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