Bergman



UNO. Que días extraños. Lo sentí así. El fin de semana me entero que Ingmar Bergman fallece en la isla sueca de Faarö, alejado de la mirada y el escrutinio de los críticos, como el sabio que ha dejado este mundo a la espera del nuevo mundo.
A Bergman lo conocí serán 15 años ya, en el antiguo cine Normandie –en Alameda- en un ciclo en que se presentaba la “Flauta Mágica” –versión maravillosa de la opera de Mozart. Que manera más soberbia de conocer dos artes que estimulan los sentidos. Recuerdo que a los años vine a conocer a una acompañante que compartía la admiración por la mirada profunda, casi un toque del alma, la condición frágil de los actos que se despliegan y conciben para el ego. Uky Jalil me acompaño a esos paseos por el mundo interior. Fue ella la que me presentó una auto-biografía del autor, “Linterna Mágica” (Tusquets) que me permitió contextualizar su desesperanza, las contradicciones y bajezas, que si las tuvo, del maestro. No fue –definitivamente- un personaje con el que compartiera su opinión del mundo, ni política, ni éticamente. Un sujeto conservador, que emigró de Suecia –en los 70´- en protesta por las políticas tributarias de los socialdemócratas suecos. En fin. Pero de una profunda mirada identificable que nos propios deseos, perspectiva que permitía construir relatos sólidos, en que los personajes eran héroes de carne y hueso, con esos dilemas que son parte de los procesos interiores, que no es decir de la subjetividad, es lo in-verbable, lo que no se puede trasmitir con las palabras pero que cada cual sabe que esta al momento de enfrentar ese dilema –intrahistórico, en voz de Unamuno- que se hace inmenso.
DOS. Sería improbable que un analista que lo mire desde el marxismo, o el estructuralismo pueda menos que reprobar su interpretación de las relaciones humanas –estrechamente vinculadas con los modos de producción burguesa. Pero se debe al menos reconocer su profunda crítica –desde lo conservador de su mirada- a la modernidad, en una especie de resistencia a la decadencia de occidente con sus excesos y hedonismo a toda prueba. Además es reconocible en su filmografía un permanente contrapunto con los conflictos humanos que se forman en el ceno de la sociedad europea, con sus características históricas tan singulares. Luego esta su descripción de las maneras suecas, esa aparente indiferencia que tienen los nórdicos por los vínculos personales, pero que si están presentes al desprenderse la cebolla de las capas superiores.
TRES. ¿Jugó ajedrez con la Muerte? El personaje de Max von Sydow (El Séptimo Sello -1956) recostado a orillas del mar jugando una partida a la Muerte que lo busca. Pablo Silva encontró siempre esta imagen de las más poderosas del cine, y creo que era lejos la mejor representación del deseo humano por trascender. No queremos mirar la Muerte, intentamos jugar la última partida a cada instante.
La prensa ha citado al presidente de los premios David de Donatello del cine italiano, Gianluigi Rondi, definió a Bergman como el último de "los tres genios" del cine de la segunda mitad del siglo XX, junto al italiano Federico Fellini y el japonés Akira Kurosawa.
Un nuevo mito.
(CUATRO. Michelangelo Antonioni, otro grande del séptimo arte nos ha dejado.)

Comentarios

  1. siempre me pasa lo mismo con tus escritos, calan profundo y dentro de la vorágine bancaria, familiar, emocional en la que vivo leerte me hace conectarme con aquello que era el papa....la vida real.. intensa, apasionada, frágil y hermosa...
    te quiero mucho
    Pauly

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