Alphaville
Wittgenstein dice en la primera frase –proposición- de Tractatus “El mundo es todo lo que es el caso” y se refiere a la manera lógica y por tanto lingüística en que nos referimos al mundo. Sentencia en una segunda proposición: “El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas”.
Cuando Jean Luc Godard construye su relato “Alphaville”, realiza un esfuerzo experimental de circunscribir un “mundo” –un sistema vivo- en el que la fuente de los hechos es evidente desde el control central de “Alpha 60”, “observando” los actos descriptivos de sus habitantes, la mirada de segundo orden de la conciencia social, artificio que es mucho más posible que el esfuerzo de “mirar observándonos” del constructivismo. En todo caso, Godard desde su activismo militante se sentiría mucho más cercano a las proposiciones metodologías de “Tesis Feuerbach” de Marx que de el “Tractatus Logico Philosophicus” de Wittgenstein, el caso es que se puede interpretar su esfuerzo como la búsqueda de un lenguaje que permitiera comprender los limites del control y la voluntad humana cuando se enfrenta a la adversidad.
Godard es un intelectual haciendo cine. Integrante central del movimiento “Nouvelle Vague” que revolucionaron, desde la década de 1950, el cine mundial al incorporar una mirada expresada en una técnica innovadora que valoro enfoques fotográficos y estilísticos que se detenían en los milagros de lo cotidiano. Para él este lenguaje es un arma –al menos en una etapa de su obra- que permite abrir las conciencias de los sujetos, colocarlos de frente con la “realidad” de la sociedad del control –el post estructuralismo se encontraba en aquello años de cabeza reflexionando sobre ese modelo- y que daría en la cinematografía de los sesenta obras comprometidas con el animo critico, indicando con claridad los crímenes de la burguesía y el imperialismo, amparada en su industria de masas que indica las tendencias de comportamiento.
Truffaut en “Fahrenheit 451” (1966); Kubrick y Hall 9000 en “2001 Odisea…” (1968. Acaso una muestra de la manera que tiene la industria para incorporar tendencias criticas o miedos sociales –tecnología- y transformarlas en un producto que reditúa); la comentada en una anterior crónica “También los enanos empezaron pequeños” de Werner Herzog (1969); más cercanas en el tiempo de Terry Gilliam “Brazil” (1985); de Michael Radford quien adapta Orwell “1984” (1984). Todas tienen en común relatos cercanos a la distopía, una contra utopía que controla y vigila, cercenando parte de la naturaleza del hombre.
“Alphavilla” habla de manera acertada de una ciudad consumida en el orden de los hechos. Filmada en Paris, sin ningún efecto especial, se despliega en la cotidianidad de una búsqueda, la de unos agentes que han desparecido mientras investigan a un científico Von Braun –“Twin Peaks” de Lynch tiene una reminiscencia de esta búsqueda frustrada. La tarea le es encomendada al agente 003 Lemmy Caution (Eddie Constantine). Muchos símbolos que aun tiene una especial contingencia.
Cuando Jean Luc Godard construye su relato “Alphaville”, realiza un esfuerzo experimental de circunscribir un “mundo” –un sistema vivo- en el que la fuente de los hechos es evidente desde el control central de “Alpha 60”, “observando” los actos descriptivos de sus habitantes, la mirada de segundo orden de la conciencia social, artificio que es mucho más posible que el esfuerzo de “mirar observándonos” del constructivismo. En todo caso, Godard desde su activismo militante se sentiría mucho más cercano a las proposiciones metodologías de “Tesis Feuerbach” de Marx que de el “Tractatus Logico Philosophicus” de Wittgenstein, el caso es que se puede interpretar su esfuerzo como la búsqueda de un lenguaje que permitiera comprender los limites del control y la voluntad humana cuando se enfrenta a la adversidad.
Godard es un intelectual haciendo cine. Integrante central del movimiento “Nouvelle Vague” que revolucionaron, desde la década de 1950, el cine mundial al incorporar una mirada expresada en una técnica innovadora que valoro enfoques fotográficos y estilísticos que se detenían en los milagros de lo cotidiano. Para él este lenguaje es un arma –al menos en una etapa de su obra- que permite abrir las conciencias de los sujetos, colocarlos de frente con la “realidad” de la sociedad del control –el post estructuralismo se encontraba en aquello años de cabeza reflexionando sobre ese modelo- y que daría en la cinematografía de los sesenta obras comprometidas con el animo critico, indicando con claridad los crímenes de la burguesía y el imperialismo, amparada en su industria de masas que indica las tendencias de comportamiento.
Truffaut en “Fahrenheit 451” (1966); Kubrick y Hall 9000 en “2001 Odisea…” (1968. Acaso una muestra de la manera que tiene la industria para incorporar tendencias criticas o miedos sociales –tecnología- y transformarlas en un producto que reditúa); la comentada en una anterior crónica “También los enanos empezaron pequeños” de Werner Herzog (1969); más cercanas en el tiempo de Terry Gilliam “Brazil” (1985); de Michael Radford quien adapta Orwell “1984” (1984). Todas tienen en común relatos cercanos a la distopía, una contra utopía que controla y vigila, cercenando parte de la naturaleza del hombre.
“Alphavilla” habla de manera acertada de una ciudad consumida en el orden de los hechos. Filmada en Paris, sin ningún efecto especial, se despliega en la cotidianidad de una búsqueda, la de unos agentes que han desparecido mientras investigan a un científico Von Braun –“Twin Peaks” de Lynch tiene una reminiscencia de esta búsqueda frustrada. La tarea le es encomendada al agente 003 Lemmy Caution (Eddie Constantine). Muchos símbolos que aun tiene una especial contingencia.
Comentarios
Publicar un comentario
Todos los que quieran comentar