Corazón de (se) estrella.
Las tardes se hacen cortas entre libros y sonidos, tasas de té y galletas de mantequilla. En el patio, frente al ventanal del estudio corre una perra de maneras toscas, se para y mira las hojas –supongo que lo hace- y mastica las plantas que sobreviven de las heladas y la nieve. Pienso en la fragilidad de las formas vivas, en el dolor de las mordidas nerviosas del animal, inconciente del daño que produce, que en escala es insignificante –también es una suposición.
Otra tasa de té. Galletas y calor en los dedos para escribir. Escucho una música sentimental, la voz de un tipo que canta un blue que cuenta del amor perdido, y pienso en las perdidas que uno va sufriendo en la vida, en lo amigos, las amantes, los conocidos y sujetos que rodean la construcción vital en la que uno se soporta. Recuerdo el colegio, el internado de la infancia, los caminos recorridos y las alegrías soportadas.
Me duele la cabeza. He tomado un analgésico. Me duelen las manos, froto la piel y la acerco al fuego la estufa que acabo de encender. Me duele el corazón, escribo una carta de improperios a los periodistas de las secciones y revistas del “alma” para que de una vez por todos se preocupen del corazón del ciudadano. En una semana más tendré que lidiar con equipos de cámara que intenta indagar en mi intimidad, y nos les contestaré las preguntas sobre una visita que hice hace unas semanas al cine con una chica “x”, y la cena que compartí en un boliche de Victorino Lastarria con otra amiga. Y la caminata por el Parque Forestal…
Deben sufrir mucho los personajes del “corazón”, y lo más contradictorio es que no son los cardiólogos los que opinan de manera pertinente de su sanidad, son periodistas o técnicos en el oficio sagrado de la opinología, que valga el concepto para esperar que aparezca consagrada su calidad de actividad en la próxima edición del Diccionario de la RAE, que parece el 2012.
Volviendo al tronco de la conversación, me pregunto cuando podré escuchar a un cardiólogo hablando de farándula. Creo que sería importante que el Colegio de la orden –los médicos me refiero- al apoyar la movilización del próximo 29 de agosto –convocatoria justa de la CUT-, también incorporen el reclamo de la utilización de tan alta actividad sanitaria, la de diagnosticar y calificar las patologías del corazón. En todo caso me recuerdo de otra inconsistencia léxica, esta de igual uso coloquial, dice de los médicos “doctores” que es un grado académico que no cuentan todos los licenciados en medicina. Pero en todo caso es una minucia, sin mayor importancia al lado de la preocupación por el uso de actividades de tan alta estima para la sociedad.
Miren, en realidad todo es una jodida manera de decir que la importancia que se da en nuestra chueca realidad a la vida de otros y no a las maravillas de las contradicciones que se pueden encontrar en nuestra propia existencia próxima. Y bien será como dice algún critico de los fenómenos de la “cultura de masa” –¿qué será eso?- en cuento a que la población siempre ha querido circo y evitar enfrentar los dilemas íntimos de la vida. Como sea, escribo una carta a los medios para expresar la necesidad de atención en los dilemas de mi corazón.
Otra tasa de té. Galletas y calor en los dedos para escribir. Escucho una música sentimental, la voz de un tipo que canta un blue que cuenta del amor perdido, y pienso en las perdidas que uno va sufriendo en la vida, en lo amigos, las amantes, los conocidos y sujetos que rodean la construcción vital en la que uno se soporta. Recuerdo el colegio, el internado de la infancia, los caminos recorridos y las alegrías soportadas.
Me duele la cabeza. He tomado un analgésico. Me duelen las manos, froto la piel y la acerco al fuego la estufa que acabo de encender. Me duele el corazón, escribo una carta de improperios a los periodistas de las secciones y revistas del “alma” para que de una vez por todos se preocupen del corazón del ciudadano. En una semana más tendré que lidiar con equipos de cámara que intenta indagar en mi intimidad, y nos les contestaré las preguntas sobre una visita que hice hace unas semanas al cine con una chica “x”, y la cena que compartí en un boliche de Victorino Lastarria con otra amiga. Y la caminata por el Parque Forestal…
Deben sufrir mucho los personajes del “corazón”, y lo más contradictorio es que no son los cardiólogos los que opinan de manera pertinente de su sanidad, son periodistas o técnicos en el oficio sagrado de la opinología, que valga el concepto para esperar que aparezca consagrada su calidad de actividad en la próxima edición del Diccionario de la RAE, que parece el 2012.
Volviendo al tronco de la conversación, me pregunto cuando podré escuchar a un cardiólogo hablando de farándula. Creo que sería importante que el Colegio de la orden –los médicos me refiero- al apoyar la movilización del próximo 29 de agosto –convocatoria justa de la CUT-, también incorporen el reclamo de la utilización de tan alta actividad sanitaria, la de diagnosticar y calificar las patologías del corazón. En todo caso me recuerdo de otra inconsistencia léxica, esta de igual uso coloquial, dice de los médicos “doctores” que es un grado académico que no cuentan todos los licenciados en medicina. Pero en todo caso es una minucia, sin mayor importancia al lado de la preocupación por el uso de actividades de tan alta estima para la sociedad.
Miren, en realidad todo es una jodida manera de decir que la importancia que se da en nuestra chueca realidad a la vida de otros y no a las maravillas de las contradicciones que se pueden encontrar en nuestra propia existencia próxima. Y bien será como dice algún critico de los fenómenos de la “cultura de masa” –¿qué será eso?- en cuento a que la población siempre ha querido circo y evitar enfrentar los dilemas íntimos de la vida. Como sea, escribo una carta a los medios para expresar la necesidad de atención en los dilemas de mi corazón.
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