Teatro. Cocinando con Elvis.

Con el teatro tengo una deuda permanente.
La invitación estaba hecha. Era la tarde del último día de presentación antes de un receso hasta fin de año, y luego una gira por Europa. Mi invitada me espera en la plaza Camilo Mori en Bellavista, ideal para el reencuentro con un arte al que le debo suficientes referencias, inquietudes y deseos.
Estructurada en torno a una familia disfuncional, “Cocinando con Elvis” reflexiona sobre las miserias de los procesos mal constituidos, una especie de cadena que arrastra las penurias de los personajes por los oscuros límites de la decadencia. Es una comedia negra que se ríe de los sufrimiento del alma, los que se crean desde la mentira y la ausencia de comunicación, de honestidad y transparencia de las relaciones. Las obsesión de Jill –una extraordinaria Mariana Muñoz, que sin duda se lleva el peso dramático en el escenario- nos traslada como la relatora de los pasajes de la obra, mostrando una gama de registros en la vida de su madre, una insaciable sexual y alcohólica; su padre un paraplejíco ex imitador de Elvis Presley; y el amante de la madre, un pastelero limítrofe que intenta contener sus impulsos primarios.
El humor de la obra le da un tono que descomprime la tensión del relato crudo. Daniel Muñoz y sus cuatros en que interpreta la última etapa en la vida del “Rey” –el obeso ídolo que se tiene en mente en la ciudad de Las Vegas meses antes de su muerte-, cantando alguno de sus temas, o los comentarios obscenos, casi inocentes, de los personajes, le dan un color tragicómico que se agradece.
Una interesante obra, un premio a los finales posible que salvan la naturaleza humana de un permanente estaque de inmundicia.

Comentarios

  1. a disfrutar de una buena conversación:

    Bellatín, Caparro y Olle Laprune en Chile. en FCE miércoles por la tarde.

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