El mundo desde la vereda... o ciclovia.

"Su bicicleta se desliza por la vereda. Va de bajada por la única pendiente de la ciudad casi plana. Su pensamiento solo tiene el sonido de su mp3. No siente el llamado de alerta, del peligro que le acecha, solo disfruta la sensación de ser libre un momento. La osadía se paga caro en este mundo de atenciones absolutas, la distracción es solo un gesto que se le permite a los infantes y a los locos... y es una locura que se disfruta sobre una cleta compañero."

Algo por el estilo era un cuento que escribí hace un par de años. Ahora que admiro aun más a los que se mueven por la ciudad sobre las dos ruedas, que en un gesto contra todo lo escrito sobre la urbe de asfalto que recibe al vendito vehiculo motorizado, venerado instrumento de estatus y “comodidad”, se atraviesa al frente de todo intento por liberar el cuerpo de sus ataduras.
Recuerdo que tiempo atrás le prometí a una novia que aprendería a manejar solo en la eventualidad que lo requiriera para salvar la distancia con un hijo, o de un probable parto que requiriera mi experticia en el volante para llegar pronto al hospital. Nunca requerí cumplir tal cosa, de hecho me cuidare de no caer en la imposición de una idea tan poco honesta como tener que estar detrás del volante para acercar a mi pareja a un hospital (lo pienso ahora y puede que no esté con esa chica por la promesa absurda, o será otro oscuro mecanismo del anhelo que me impulse a tales compromisos?).
Los autos son detestables. A parte de su aporte a la contaminación, es su impersonalísimo, su iconografía, simbolismo de bajos instintos humanos, la fiereza que despierta en los sujetos que los manejan. Me subo a uno cuando se trata de transporte público. Si puedo evitar su utilización mucho mejor.
En todo caso tengo mis prioridades de movilización:

a) Las dos piernas,
b) La cleta,
c) El metro,
d) El bus,
e) El colectivo,
f) Un taxi –cuando se puede; y
g) Un auto cuando no hay remedio –para no ser mal agradecido con Amaranta que de vez en cuando me pasa a buscar para ir a las reuniones de la empresa. O el Ítalo que me acerca algunas noches a la casa desde la Maestra
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