Vikingos perdidos en Santiago.

La canción es de Jimmy Bosch. Dice algo así como “Otra oportunidad” el tema es “Sólo por hoy”. Seguramente el que escuche la letra de algunas creaciones de salsa se podrá sorprender de la fuerza que adquieren la lírica, la profundidad y el registro del género. Este mismo tema lo canta Héctor Lavoe -el cantante de los cantantes- y tiene tal fuerza interpretativa, que simplemente emociona.
Estaba en lo de siempre, un ojo puesto en unos apuntes para mi próximo examen, y el otro en alguna señorita de somnolienta mirada que se refresca del calor artificial del tugurio. Tengo los sentidos en permanente alerta, y lo que vi con el borde de la visión me ocupo toda la atención.
Pudo haber sido en ese momento que uno de los grandotes se acerco. Con ese porte y arrogancia de los sujetos alimentados al norte del mundo, en la cresta de la humanidad. En general no tengo problemas con los europeos –y anglosajones en particular- es solo que cuando llegan con esa prepotencia de dueños de mundo, alimenta un desprecio, una especie de intolerancia resentida que se desborda.
Primero fue el que aparentemente no hablaba nada de español. Era rubio, algo grueso, pero no demasiado. Con esa mirada de cerdo mantecoso que puede llegar a repugnar y que me recuerda que es de los sujetos que tiene el fenotipo que muchas mujeres buscan en un hombre –en algún lugar he leído que la forma que adquiere el primer encuentro entre una mujer y un hombre, en circunstancias “sociales” como las que se dan en una discoteca, prima en el hombre características físicas tales que en el hipotálamo se activan procesos que excitación por la hembra que pueden asegurar la descendencia, y esos rasgos están asociados a las protuberancias, los senos, las caderas, la zona vulva, y en la mujer, ciertos rasgos que permitan vislumbrar la sanidad corporal de este. Todo esto es como la representación de la caverna, ese cuento que Platón utiliza para explicar los niveles del conocimiento, y que es tan certero si lo reducimos a la experiencia vital de un lugar como la Maestra.
Le intento explicar al tipo que él no puede entrar por que se encuentra en evidente estado de ebriedad. Me mira y dice que no habla español. Yo hago los gestos de tragos y le digo “drink” o algo por el estilo, en ese inglés tercermundista y que me desespera. Me mira y balbucea algo. Su amigo se encontraba al medio de la calle como esperando algo. Le grita algo en un dialecto que me sonó como alemán, u holandés –tengo algunos amigos y podría identificar su sonido. Resulto que eran daneses –y a mi que me gusta tanto Olafo el Amargado. Al que llamo responde y comienza a caminar a la entrada. Este se ve más entero y habla algo de castellano. Es más alto que su amigo. Le explico, solo me dirijo a él -algo que acostumbro cuando dos llegan borrachos busco al interlocutor más “despierto”- que no pueden ingresar, el me mira y coloca cara de entender pero no entender, es decir que sabe lo que le digo pero no entiende por que no pueden ingresar. Me dice que ellos no son latinoamericanos y que podrán tomar mucho más. Es como si el hecho de seguir consumiendo como vikingos –lo digo en todos los sentidos de la palabra- es la seguridad que sus euros nutrirán nuestras vidas.
Estaba ya instalada la discusión. El amigo Tony intercede, es la contraparte latina, con la gracia del love que seduce a sus gringas –en realidad a todas las que encuentre con posibilidad de gozar- y les reitera todo nuevamente. En ese momento llegan tres muchachos, de esos que pululan por el circuito rumbero de la ciudad. Tengo en mente la hora, son pasadas las tres y media de la mañana, uno de los chicos me pregunta por la bailarina que mueve las horas perdidas de mi noche. Yo le contesto con un gruñido, ahora no me hables de mi cariño. Cuando vuelvo al frente de batalla el más borracho ya a avanzado un metro, yo le empujo y siento inminente el enfrentamiento. Tony nuevamente, con la calma del winner, les llama a dialogar. Es en ese momento que veo, o sorpresa, que se acerca una pareja de pacos. Uno lo ubico, es de los que en invierno se asoma a sentir el calor de ese eterno horno de producción hormonal. Le inquiere, le dice, cuando ya se encuentra con la mano puesta en el bastón, el alto pesca a su amigo que comienza un bombardeo de garabatos en ingles, de esos que cualquier mortal en el mundo –me imagino- es capas de identificar.
Es que las cosas cambian y hoy trabajo con la autoridad. Casi podría decir a quien me viera. Le agradecí al “paco amigo”.
Y a Tony, y al que miro desde la esquina apostando quien tiraría el primer cornete. Y agradezco a los miles y miles de clientes que hacen posible que cada noche… perdón, tanta campaña me sube las revoluciones.
Y pensar que Jimmy Bosch le canta a todos sin distinción, me refiero que quien escuche su canción podrá sentir. Y la chica dueña de mis cariños, la que anteanoche vivió catorce meses en mi corazón, baila, solo baila y llora “Sólo por hoy”.


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