Bailar
Sus brazos se movieron rápidamente. No quería perder la oportunidad y abrazar a la mujer de cadera infernal.
El baile asegura una aproximación con el que en otra situación sería imposible. Y más cuando se trata de especies como la salsa o el merengue. El secreto esta en aprender bien, incluso con el sacrificio de invertir interminables horas, buscar unos buenos profesores y encontrar un estilo que se acomode, y echarle pa´ delante. Rafael así lo descubrió hace un par de años, y cada fin de semana -desde el viernes- después de la oficina, pasa por su departamento, y se prepara con la tenida adecuada –de esa que es sólo para los fines de semana, cuidadas combinaciones - y parte a recorrer el circuito de locales salseros de la ciudad.
Muchas mujeres, él lo sabe, ni se enterarían que existe en la calle, en una oficina o donde sea, pero en la pista es de los mejores. Sabe mover la cadera y, lo más importante, llevar a la pareja. Es lo que toda rumbera pide, que el sujeto con el que se baile sepa llevar los pasos, las vueltas y alguna que otra gracia de rigor, y Rafael lo tiene todo.
Era primera vez que bailaban. Muchas veces la miraba y sabía que sus movimientos encantaban a los hombres, a él en especial, y provocaba envidia en las mujeres. En ese momento se podría presentar, y si lo hacia bien, tal vez podrían volver a reunirse en la pista, ese espacio mágico que permite que seres distintos se unan, se abracen, se mezclen solo unos minutos, entre la penumbra. Al terminar el tema ella le agradeció y se retiro a su masa.
Rafael se quedo parado, la siguiente canción ya sonaba en los parlantes del lugar y sentía que no había alcanzado a sentir, a oler, a hablar o escuchar, a descubrir alguna señal de la mujer de cadera infernal. ¿Quién eres?, ¿has sufrido algún dolor?, ¿por que rehuir mi compañía?
Rafael espero las respuestas. Con el tiempo se acostumbro a bailar con ella, en realidad aprendió a seguirle sus ritmos, los del interior –algo de eso que leyó en una revista de autoayuda- y sabía cuando tenía que pedir el baile, y cuando tendría que esperar semanas.
Así son las casas cuando se hacen con ternura –también lo leyó en la revista.
El baile asegura una aproximación con el que en otra situación sería imposible. Y más cuando se trata de especies como la salsa o el merengue. El secreto esta en aprender bien, incluso con el sacrificio de invertir interminables horas, buscar unos buenos profesores y encontrar un estilo que se acomode, y echarle pa´ delante. Rafael así lo descubrió hace un par de años, y cada fin de semana -desde el viernes- después de la oficina, pasa por su departamento, y se prepara con la tenida adecuada –de esa que es sólo para los fines de semana, cuidadas combinaciones - y parte a recorrer el circuito de locales salseros de la ciudad.
Muchas mujeres, él lo sabe, ni se enterarían que existe en la calle, en una oficina o donde sea, pero en la pista es de los mejores. Sabe mover la cadera y, lo más importante, llevar a la pareja. Es lo que toda rumbera pide, que el sujeto con el que se baile sepa llevar los pasos, las vueltas y alguna que otra gracia de rigor, y Rafael lo tiene todo.
Era primera vez que bailaban. Muchas veces la miraba y sabía que sus movimientos encantaban a los hombres, a él en especial, y provocaba envidia en las mujeres. En ese momento se podría presentar, y si lo hacia bien, tal vez podrían volver a reunirse en la pista, ese espacio mágico que permite que seres distintos se unan, se abracen, se mezclen solo unos minutos, entre la penumbra. Al terminar el tema ella le agradeció y se retiro a su masa.
Rafael se quedo parado, la siguiente canción ya sonaba en los parlantes del lugar y sentía que no había alcanzado a sentir, a oler, a hablar o escuchar, a descubrir alguna señal de la mujer de cadera infernal. ¿Quién eres?, ¿has sufrido algún dolor?, ¿por que rehuir mi compañía?
Rafael espero las respuestas. Con el tiempo se acostumbro a bailar con ella, en realidad aprendió a seguirle sus ritmos, los del interior –algo de eso que leyó en una revista de autoayuda- y sabía cuando tenía que pedir el baile, y cuando tendría que esperar semanas.
Así son las casas cuando se hacen con ternura –también lo leyó en la revista.
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