Tiempo de elecciones (dos)



Ella me reclama. Me dice que por gente como yo, que votamos por una alternativa trasnochada, sin destino, inconsecuente –es parte de sus argumentos- es que tenemos segunda vuelta. Me imagino que otros pensaran de esa manera, es decir que la principal responsabilidad de todo esto es de un grupo –algo más de cuatrocientos mil personas- que coloca nuevamente al país en la perspectiva de ser gobernada por la derecha política.
Y me frustra no poder traspasar el sentido del acto de votar por el qué se está seguro que perderá –y no es el significado de votar por el “ganador” lo que me reclaman- del que aspira a ser mínimo -demasiado diré-, y al reconocer una infinidad de deficiencia en su discurso, en la epistemología de su mirada; en el voluntarismo excesivo y desprovisto de rigurosidad; en la falta de autocrítica a la hora de comprender los alcances de los objetivos que se propusieron, etc., a pesar de todo me alienta a seguir esperando que desde este espacio de construcción política se lograra algún día ser verdadera alternativa para la gran mayoría.
Pero definitivamente la primera responsabilidad de no lograr la votación que se requiere, para ganara en esta etapa, es de la propia Concertación. Tan simple como eso. Lo terrible sería que no existiera una voz disidente, que permita al menos colocar ciertos temas que la agenda oficial no reconoce como importantes – o estratégicos- y que se olvidan con la rapidez que entronca el Poder cuando se logran colar, de reflexiones que permitieron, en otro tiempo, dar impulso al sueño de un mundo mejor, de ese que dé esperanzas a dar acceso a todos a una mejor vida.
Decir que existen diversos modos de entender la sociedad. Formas que se sueñan a partir de la confianza en el ser humano, en su capacidad creadora y que respetan las gamas de tonalidades que se pueden dar. Ese respeto por el proceso del otro, por la otrosídad, en la idea de asumir la otra orilla, la que mira en frente y no entiende esta obstinada actitud de seguir persiguiendo molinos de viento como gigantes que intentan engañar la razón y el alma.
Decir que el voto disidente no es endosable automáticamente a la Concertación en la segunda vuelta. Que existe un legitimo rechazo a la gestión de estos quince años, que es concebida como una continuidad –distinta- de la refundación –Moulian habla de una “revolución conservadora”- de nuestro país. Y que desde ese punto no se votara por la Bachelet el 15 de enero. Yo en principio comparto tal apreciación, con la variante que a pesar de todo siento más cercano a mi imagen cultural, la fuerza del sueño emancipador, y más fuerte aun el rechazo a la imagen de personeros de la Dictadura gobernando por la vía de los votos, que es a cualquier costo la definitiva derrota del sueño. Si me han quitado, con el miedo y las corruptas maneras, una parte importante del impulso por aportar en la construcción, no es menos fuerte la idea de tener a estos oscuros personajes festejando. Es en este punto donde disentí de las palabras de Hirsch, no creo que en el rigor de los actos sea lo mismo el modelo administrado por la derecha política y la administración que pueda hacer la Concertación. Puedo seguir inquiriendo a los mismos.
Se que es un acto iluso el que ellos escuchen, pero es más insoportable darles a los bandidos y asesinos las llaves. No, no pasaran.

Comentarios

Entradas populares