Tiempo de elecciones (uno)

No hay multitudes. No existen grandes concentraciones de gentes que espera escuchar al líder, al orador destacado que es capaz de excitar a la masa. Desde la mañana busco la forma de aceptar que la política tiene un sentido distinto al que conocí. Ya en la década de los noventa era parte de decadentes formas de relacionarse con los adherentes de alguna agrupación. Hoy simplemente no existen, a lo mucho son el grupo duro de unos cientos de militantes que acuden a alguna concentración, sino en el caso de la derecha, de sujetos pagados por la fuerza del poder económico, que acarreados y en esa costumbre que se heredo del tiempo del dictador, cuando las micros llevaban desde los barrios de la periferia al centro a gritar loas a los militares, y que en este caso llegan a mover sus traseros al ritmo de la música de moda.
Será, que será. Me acuerdo de las concentraciones de fines de los ochenta, de esas que duraban varias horas, que congregaron a un millón en la ahora moderna autopista norte-sur. Recuerdo las concentraciones barriales, de esas que en la comuna reunían a un par de miles de personas, que con banderas y fuerza gritaban y alentaban causas que se centraban en ese sueño de un mundo mejor.
Hoy solo es parte de la estenografía para que las cámaras tomen a las “multitudes” para ser mostrados a los millones en el noticiero o en la propaganda, que en todo caso se pueden mejorar, editar, con el softwert correspondiente. Aquí vamos. Pero tengo la sospecha que uno de estos días se necesitara a la gente, su voluntad y su fuerza, para reconstruir…

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