Horas de cine (Uno)

Es una de mis grandes paciones. Desde los ciclos de Chaplin –lo mencione en otra crónica anterior- hasta los de David Lynch. Desde el cine latinoamericano al italiano de autor. Desde la industria de diversión japonesa al bizarre cine del ruso Andréi Tarkovski. En particular la filmografía de Ingmar Bergman, es de mi entero gusto. Todo tiene significación para mis horas de reflexión. He visto cientos de ellas, y cada una se asemeja a una degustación que se acompaña, se conversa, con alguna compañía. Son muy pocas las que he contemplado en soledad, creo que se disfrutan más cuando uno es capas de traspasar el silencio del gusto o disgusto, de la sorpresa o el aburrimiento, del desprecio o la pasión. Todo se mezcla. Hasta de la más zonza se puede desprender la alquimia de un momento, una intencionalidad, una verdadera respuesta del medio al realizador, o el guionista, o al equipo de actores.
Ed Wood se inflamo se dicha al construir sus obras –lo sentí no solo por ver un par de sus películas, si no por la meta reflexión que construyo Tim Burton- decadentes y mediocres, pero fue su tiempo el que le impulso a despotricar contra la “invasión” aliens.
O esa maravilla clásica de Curtiz –Casablanca- que es el cenit de la película mediocre, pero que por una fantástica coincidencia es capas de escarbar en lo íntimo de cada individuo hasta emocionar. Viva el cine...