Sin sangre. Teatro Cinema
UNO. El Ilusionismo fue la primera aproximación masiva a los juegos de sentidos cognitivos en el siglo XIX. Un mago era ante todo un ilusionista que engañaba los sentidos basados en los avances logrados con la comprensión de óptica y las técnicas que se desarrollan en torno a los fenómenos de la luz. Desde esta perspectiva, la realidad se podía manipular, primero en el realismo pictórico del romanticismo –ilusión idealista, la fotografía y el cinema fueron los pasos ascendentes que crearon formatos de contención y creación de realidad.
De “Sin sangre” se podría decir que es simplemente una experiencia sensorial, como un juego que se experimenta en esos museos interactivos, en que la “realidad” se cuestiona de manera diversa, como si el personaje saltara de su representación animada cobrando “vida” tangible delante de los espectadores sin necesidad de lentes 3D.
El teatro es una de las maneras de contener y crear realidades, lenguaje que ha estado afincada desde siempre en el desarrollo de la humanidad, representando la verdad oficial o la subversión, ha desplegado en la historia un potencial infinito. La modernidad trajo con sus esfuerzos de refundación nuevas formas y formatos. Desde la foto-impresión al desarrollo de aparatos que desplegaban el movimiento vivido, a la construcción de textos que contuvieran universos, un mensaje concebido para difundir, distraer, contener nuevamente verdades oficiales o subversivas.
Hablamos de la fundición de dos formas, que en todo caso han estado en permanente relación y dialogo en el transcurso del siglo XX. Teatro y cine son finalmente dos medios que existen para hacernos suponer, anclajes que permiten la entretención lúdica, la fascinación sensorial o masividad de un mensaje. Son instrumentos a disposición de un creador o del Poder, que han permitido comprender o conocer a los observadores esos mundos creados intencionalmente para alterar nuestras referencias oníricas, influir en nuestras formas de aceptar, o generar dialogo socializador de ideas y tendencias.
Este cruce es lo que sorprende en “Sin sangre”. Es un juego de artificio, multimedial se debiera decir, donde se utilizan técnicas diversas para estimular los sentidos, ilusionar, desde la mirada del espectador que supone una proyección de cuadros en movimiento, de escenarios que muestran un montaje concebido para inquietar, con miradas subjetivas, efecto de “viaje fantasma”, planos generales y otras formas del cine que ayudan a un ritmo inusual, tención que en todo caso podría ser resuelta en el desarrollo del técnicas propias del teatro, con un equipo creativo probado en el despliegue del arte –ex “La Tropa”- pero que se agradece por la riqueza visual que logra.
Es teatro de la ruptura de las formas.
DOS. La muerte asoma cual sombra sobre los fríos campos de centeno. Adaptación de una obra de Alessandro Baricco, “Sin sangre” es la exploración de la naturaleza del hombre en circunstancias particulares. “Asesinar no es sólo matar…” piensa Chen ante el cuerpo dormido del comerciante de armas en “La condición humana” de André Malraux. Esta idea podría dar una referencia a los múltiples dilemas que expone la adaptación del grupo “Teatro Cinema”, pues la decisión del trío de “justicieros” que buscan acertar el dolor final a la “Hiena” Manuel Roca, un medico involucrados en crímenes de guerra, es clara y premeditada. Sólo la muerte cura el dolor de la muerte, pareciera ser el mensaje. Y las consecuencias siguen a los sobrevivientes hasta la muerte, nuevamente, venganza que suma venganza.
En el desarrollo del acto de “justicia”, la venganza opera desde la óptica de los sujetos pero también desde el Estado cuando ajusticia a los indeseables, es la mano que se alarga cuando los conjuntos humanos enfrentan luchas desgarradoras, cuando el dolor del Otro es el fin supremo para lograr el triunfo. Todo esto lo hemos visto desde siempre en la historia humana, que se sigue repitiendo de manera cíclica y perfecta en su lógica de aniquilación: Irak, Ruanda, Kenya, Guatemala… y que es justificada desde le discurso funcional del que detenta el Poder. La perversión de la condición humana.
Pero detrás de todo esto se encuentra una luz, fino trazo que nos inquiere a seguir, como la conclusión de una pesadilla que al final del sueño tiene un cierre de esperanza, la ruptura del círculo, el optimismo de no dejar que todo se desvanezca en la noche del campo de centeno, la certeza que al final surge la luz del día.
De “Sin sangre” se podría decir que es simplemente una experiencia sensorial, como un juego que se experimenta en esos museos interactivos, en que la “realidad” se cuestiona de manera diversa, como si el personaje saltara de su representación animada cobrando “vida” tangible delante de los espectadores sin necesidad de lentes 3D.
El teatro es una de las maneras de contener y crear realidades, lenguaje que ha estado afincada desde siempre en el desarrollo de la humanidad, representando la verdad oficial o la subversión, ha desplegado en la historia un potencial infinito. La modernidad trajo con sus esfuerzos de refundación nuevas formas y formatos. Desde la foto-impresión al desarrollo de aparatos que desplegaban el movimiento vivido, a la construcción de textos que contuvieran universos, un mensaje concebido para difundir, distraer, contener nuevamente verdades oficiales o subversivas.
Hablamos de la fundición de dos formas, que en todo caso han estado en permanente relación y dialogo en el transcurso del siglo XX. Teatro y cine son finalmente dos medios que existen para hacernos suponer, anclajes que permiten la entretención lúdica, la fascinación sensorial o masividad de un mensaje. Son instrumentos a disposición de un creador o del Poder, que han permitido comprender o conocer a los observadores esos mundos creados intencionalmente para alterar nuestras referencias oníricas, influir en nuestras formas de aceptar, o generar dialogo socializador de ideas y tendencias.
Este cruce es lo que sorprende en “Sin sangre”. Es un juego de artificio, multimedial se debiera decir, donde se utilizan técnicas diversas para estimular los sentidos, ilusionar, desde la mirada del espectador que supone una proyección de cuadros en movimiento, de escenarios que muestran un montaje concebido para inquietar, con miradas subjetivas, efecto de “viaje fantasma”, planos generales y otras formas del cine que ayudan a un ritmo inusual, tención que en todo caso podría ser resuelta en el desarrollo del técnicas propias del teatro, con un equipo creativo probado en el despliegue del arte –ex “La Tropa”- pero que se agradece por la riqueza visual que logra.
Es teatro de la ruptura de las formas.
DOS. La muerte asoma cual sombra sobre los fríos campos de centeno. Adaptación de una obra de Alessandro Baricco, “Sin sangre” es la exploración de la naturaleza del hombre en circunstancias particulares. “Asesinar no es sólo matar…” piensa Chen ante el cuerpo dormido del comerciante de armas en “La condición humana” de André Malraux. Esta idea podría dar una referencia a los múltiples dilemas que expone la adaptación del grupo “Teatro Cinema”, pues la decisión del trío de “justicieros” que buscan acertar el dolor final a la “Hiena” Manuel Roca, un medico involucrados en crímenes de guerra, es clara y premeditada. Sólo la muerte cura el dolor de la muerte, pareciera ser el mensaje. Y las consecuencias siguen a los sobrevivientes hasta la muerte, nuevamente, venganza que suma venganza.
En el desarrollo del acto de “justicia”, la venganza opera desde la óptica de los sujetos pero también desde el Estado cuando ajusticia a los indeseables, es la mano que se alarga cuando los conjuntos humanos enfrentan luchas desgarradoras, cuando el dolor del Otro es el fin supremo para lograr el triunfo. Todo esto lo hemos visto desde siempre en la historia humana, que se sigue repitiendo de manera cíclica y perfecta en su lógica de aniquilación: Irak, Ruanda, Kenya, Guatemala… y que es justificada desde le discurso funcional del que detenta el Poder. La perversión de la condición humana.
Pero detrás de todo esto se encuentra una luz, fino trazo que nos inquiere a seguir, como la conclusión de una pesadilla que al final del sueño tiene un cierre de esperanza, la ruptura del círculo, el optimismo de no dejar que todo se desvanezca en la noche del campo de centeno, la certeza que al final surge la luz del día.
Obra: “Sin Sangre”. Dirección General: Juan Carlos Zagal. Autor: Alessandro Baricco. Compañía: Teatro Cinema. Elenco: Laura Pizarro, Juan Carlos Zagal, Diego Fontecilla, Ernesto Anacona, Etienne Bobenrieth. Libreto y Adaptación: Laura Pizarro, Dauno Tótoro, Juan Carlos Zagal, Diego Fontecilla. Director de Arte: Rodrigo Bazáes. Diseño Integral y Arte: Cristián Reyes, Cristian Mayorga. Música Original: Juan Carlos Zagal. Duración: 1 hora 30 min
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