Espera.

La noche avanza. He pasado muchas horas esperando, muchas noches esperando, muchos ciclos. Revisando el reloj y pensando en que lugar se encuentran sus pasos, que distancia falta para al fin tenerla a mi lado. Miro disimuladamente, como quien tiene un objeto en la esquina sombreada de la calle, una cosa particular que tiene un valor incalculable, que es preciada y necesita de la atención de mis sentidos. Y vuelvo sobre los pasos, a la posición original de inmovimiento, quietud aparente en que está contenienda le ansiedad de no tenerle.
Sombras que se ven a lo lejos, formas que adquieren sentido en la medida. Se acerca, es mujer de pelo largo, tiene porte y caminar distinguido, viene con un bulto, es la cartera, es tan parecida a sus formas de tomar el viento, es ella. Pero no, es sólo la apariencia, el deseo de verla, de tenerla, de cruzar una palabra pequeña, una mirada, el hola correcto de la noche “páselo bien”.
Calculo que ya es hora, no puede ser que falte, que la detendrá. Será que no vendrá. Que se perderá por un tiempo, que ha encontrado un nuevo rumbo en la vida.
La noche avanza. Ya he perdido la ansiedad, ahora es intranquilidad. Podrá ser que le ha pasado algo, tanto loco en la calle, tanto sujeto violento y mal intencionado que al verle pasar desde su auto hasta acá podría intentar algo. Que hago. Pensar que no tendré sus ojos clavados en mi mirada de niño malicioso y deseoso, que sus bellos labios no mostraran su sonrisa. No lo soporto.
Cómo ésta ud. No lo vi cuando entré… le presento a mi pareja”.
Aun la espero, que venga desde el fondo de la calle, con su movimiento despierto, seguro y sereno. Con su mirada y su cabello inunde todo mi tiempo.

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