Amantes. cinco (noche de burdel).

Llama a un hombre pequeño y le murmura su nombre al oído. Al instante aparece la mujer. Es bella y tiene una intensa mirada. Me sonríe y toma mi mano cual institutriz que coge a su alumno para ser llevado a la lección de algebra, o anatomía –mejor aun.
He regresado un par de veces a la casa rojiza –le han repasado su fallada y se ve más clara- a ver a mi amante laboral, la que acompaña unas horas de sexo sin compromiso. Un par de veces sólo nos hemos acompañado, nos abrazamos desnudos y dormimos contando historias de lugares remotos que quisiéramos visitar en esta u otra vida. Intentamos tratarnos con delicadeza, sin decir ninguna cosa que pudiera hacer notar la circunstancia de nuestros encuentros. Es un juego que dura unas horas, que va marcado algo en mi humanidad. Y ella me dice que espera mis visitas.
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