Palabras

Presente en los actos de la vida, esos pasos que uno dirige en algún sentido, se asoman las palabras. Las hay bellas, dulces, acidas, maliciosas, candidas, mentirosas, calientes, corteses, falsas, intensas, elocuentes, claras, prosaicas, misteriosas… Y cada una tiene vida en la voz que las pronuncia.
Mis palabras son pretenciosas. Tienen la intención de divertir y alentar. Pretenden resolver el entuerto de otros, y por ese camino, ayudar a mi propia salvación. Y sé que todo eso es un constructo, una manera de no caer en la desesperación de reconocer lo difícil de la vida.
Tengo un par de palabras que me gustan más. Son palabras que no tiene un sentido si no las contextualizo. Una es un insulto, una palabra que identifica la basura, bazofia. Me gusta como suena, es simplemente eso. Otra es intrépida –en femenino es más agradable. Hay una que tiene su origen en una película que vi hace unos diez años, es el nombre del personaje –el ángel que quiere ser hombre- Kasiel, Bruno Ganz en su papel de “Tan Lejos, Tal Cerca” de Win Wender.
Hay palabras que dichas sin un contexto no tienen un sentido más que como fonemas –unidas de morfemas. Si las unes pueden formar estructuras que alientan el corazón de quien las escuche. Por ejemplo si dijiera: extraño, faltas, vacío, recuerdo. Cada una tiene una morfología y una etimología que las caracterizan, pero en una oración, en un texto adquieren un sentido, una dirección, una emoción. Por ejemplo: “Te extraño y me faltas. Tengo un vacío que lleno con tus recuerdos”.
Como rodeo la existencia.

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