Clima y pesadilla.
En estos días estuve en la costa. Fue un viaje de una tarde, acompañando a una amiga hacer unos tramites. Cuando nos desocupamos dejamos el auto aparcado cerca de Caleta Portales –en Valparaíso- y partimos a la playa. La tarde estaba calida y húmeda.
Está raro el clima, me dijo mirando las olas que rompen con fuerza cerca de donde estábamos mirando. Comprobamos lo del color del agua –verdoso- desagradable y que genera una reacción de desconfianza, como si su origen fuese quizás que cloaca infesta.
Todo esto me genera una sensación de inseguridad, los datos de las nuevas maneras de manifestación climática en el mundo, un invierno crudo en el hemisferio norte –particularmente mortal, sequías desmesuradas en zonas tropicales, proliferación de microorganismos y otros animales que se multiplican, o modifican su comportamiento, por efecto de esas mismas nuevas condiciones, etc.
Sobre lo mismo, esta mañana desperté –como nunca- con las imágenes de un sueño. Estábamos en un hotel, nos encontrábamos vacacionando. Ella sale a media noche al sentir las olas que bramen con fuerza, casi como el anuncio de una catástrofe. Entre medio de las sombras se logra distinguir cientos de delfines que llegan con el oleaje, buscan algo. Mi amiga no lo piensa dos veces y baja a la playa he intenta adentrarse para estar cerca de los animales. No tengo claro si su acto es simplemente la actitud de la conservacionista o el acto de una morbosa que quiere tocar lo novedoso de este fenómeno. Yo le sigo y quedo pasmado de la mezcla de imágenes contradictorias, como si fuese el aviso de los cambios profundos que se avecinan. El mar había ganado terreno y llegaba hasta las avenidas costaneras. Los pecadores, en silencio y parados sin hacer nada, observaban resignados el resultado de todo esto. Veo a bañistas habituales, de esos que “conocen” los riesgos del mar sin ánimo de aventurarse. Solo mi amiga logra allegarse a los delfines que lentamente desaparecen.
Todo este cóctel de imágenes –a lo “El día después de mañana”- es producto de un sobre estimulo de informaciones que se repiten por el mundo, y que de todas maneras requieren ser asimiladas y filtradas de los medíos que la distribuyen, esta claro que en un mundo manejado por un puñado de organizaciones que distribuyen la información, es difícil poder distinguir la paja del trigo, y además con el papel tan destacado de las políticas de desarrollo de las potencias del G7, es difícil no desconfiar. Pero tengo la intuición que algo esta sucediendo.
Como sea, el baño en la playa tendrá que esperar.
Está raro el clima, me dijo mirando las olas que rompen con fuerza cerca de donde estábamos mirando. Comprobamos lo del color del agua –verdoso- desagradable y que genera una reacción de desconfianza, como si su origen fuese quizás que cloaca infesta.
Todo esto me genera una sensación de inseguridad, los datos de las nuevas maneras de manifestación climática en el mundo, un invierno crudo en el hemisferio norte –particularmente mortal, sequías desmesuradas en zonas tropicales, proliferación de microorganismos y otros animales que se multiplican, o modifican su comportamiento, por efecto de esas mismas nuevas condiciones, etc.
Sobre lo mismo, esta mañana desperté –como nunca- con las imágenes de un sueño. Estábamos en un hotel, nos encontrábamos vacacionando. Ella sale a media noche al sentir las olas que bramen con fuerza, casi como el anuncio de una catástrofe. Entre medio de las sombras se logra distinguir cientos de delfines que llegan con el oleaje, buscan algo. Mi amiga no lo piensa dos veces y baja a la playa he intenta adentrarse para estar cerca de los animales. No tengo claro si su acto es simplemente la actitud de la conservacionista o el acto de una morbosa que quiere tocar lo novedoso de este fenómeno. Yo le sigo y quedo pasmado de la mezcla de imágenes contradictorias, como si fuese el aviso de los cambios profundos que se avecinan. El mar había ganado terreno y llegaba hasta las avenidas costaneras. Los pecadores, en silencio y parados sin hacer nada, observaban resignados el resultado de todo esto. Veo a bañistas habituales, de esos que “conocen” los riesgos del mar sin ánimo de aventurarse. Solo mi amiga logra allegarse a los delfines que lentamente desaparecen.
Todo este cóctel de imágenes –a lo “El día después de mañana”- es producto de un sobre estimulo de informaciones que se repiten por el mundo, y que de todas maneras requieren ser asimiladas y filtradas de los medíos que la distribuyen, esta claro que en un mundo manejado por un puñado de organizaciones que distribuyen la información, es difícil poder distinguir la paja del trigo, y además con el papel tan destacado de las políticas de desarrollo de las potencias del G7, es difícil no desconfiar. Pero tengo la intuición que algo esta sucediendo.
Como sea, el baño en la playa tendrá que esperar.
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