Hipótesis de simulación y elección de Segunda Vuelta presidencial

Hace algunas semanas escribo un pequeño ensayo sobre la idea de la distopía y el transhumanismo, y entre las varias lecturas que he realizado, me he topado con una estimulante especulación de Luciano Banchero en su libro “Futuro Pop” (Paidós, 2017) que en el epílogo reflexiona sobre los “fallos de la mátrix”, una idea que es esencialmente parte del repertorio cultural cinéfilo que tiene un sustento “en serio”, en la opinión de Nick Bostrom, destacado filósofo y divulgador científico que escribió un artículo llamado: “¿Estás viviendo en una simulación por computadora?”. El 2022, en una entrevista para La Tercera señaló, sobre la hipótesis de la simulación, tres posibilidades en que se podría situar nuestra condición: una, extinción temprana, en la que la mayoría de las civilizaciones tecnológicas se destruyen antes de volverse capaces de crear simulaciones de universos o de mentes conscientes; dos, desinterés en simular, si alguna civilización alcanza ese nivel tecnológico, decide no crear simulaciones ancestrales —por razones morales, éticas o simplemente falta de interés; y tercera alternativa, vivimos en una simulación, pues si existen civilizaciones avanzadas que puedan crear simulaciones, entonces es abrumadoramente probable que nosotros estemos viviendo dentro de una de ellas. “Pero al menos una de estas proposiciones tiene que ser verdad, de acuerdo con el argumento de simulación, lo que involucra algo de teoría de probabilidad muy simple...”.

Pero veamos en nuestra “realidad”. ¿Qué pasaría si aquello que es improbable, que va en contra de las estadísticas y las probabilidades, lo que denominan “bizarro” se produzca, el 14 de diciembre? ¿Qué más improbable que en uno de los países más capitalistas del mundo, en que el neoliberalismo logró impregnar las formas de vida, el discurso y la cultura de sus millones de habitantes, gane la presidencia una militante del partido Comunista? Piénsenlo, sería un indicio cierto del “fallo de la matrix”.

Señalo esta especulación a raíz de la evidencia adversa, pero a la vez esa idea está cruzada por los deseos y la incomodidad de pensar en un futuro de un gobierno de ultraderecha, aunque sé que se están haciendo esfuerzos de movilización por parte del comando y miles de voluntarios, de convencimiento de votantes que entiendan realmente qué significa un presidente como el que está encabezando las encuestas, y si desde mi sentido de realidad aquello parece que será el resultado más probable -que seremos gobernados por los dueños de Chile- bueno, creo que si se revierte ese resultado probable el 14 de diciembre tendremos otra prueba de que esos fallos que se han dado en el programa en el que estamos insertos, esta realidad inventada desde una sala de control en el que somos una representación onírica, se está averiando, y lo que parece que debe ser lo que tienen decidido desde ese mando, está fallando.

Porque por otro lado convengamos que no puede ser que una realidad tan delirante como la que aparece, en que para un tercio de la población el estado de las cosas no es ni de cerca un desastre, más bien la precariedad propia de un sistema desigual pero que se corrige con mejor distribución, eficiencia y solidaridad se pretenda tratar con más individualismo, mercado sin control y lucro, en fin, la realidad probablemente inventada desde una supercomputadora.

Pero sigamos por un momento la idea especulativa que nos proponen desde la hipótesis de la simulación. Desde hace al menos una década, algunos serios analistas sociales indican desde la crisis del 2008, el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis de las hipotecas subprime en EEUU, algo se ha comenzado a desajustar, aquellas cosas que parecían predecibles y más o menos seguras desde la ciencia se ha ido trastornando, de un modo que parece improbable. El 2017, el redactor de la revista The New Yorker Adam Gopnik publicó una columna sobre un sorprendente malentendido que se dio en la entrega de los premios Oscar. El que correspondía a mejor Película, que era para “Moonlight”, pero el sobre que debía entregar aquel resultado, aparecía “La la Land”, sin ninguna explicación, y sumaba otros hechos que iban en contra de la seguridad como la elección de Trump unos meses antes.

Desde nuestra expuesta realidad latinoamericana podemos mencionar un puñado de hechos que resiste análisis que no sea en la incomprensión especulativa: un terremoto, en febrero de 2010, que se da justo la noche del Festival de Viña del Mar en que debía cantar Arjona, y finalizaba el mandato de Bachelet I; haber tenido la mejor generación de futbol profesional, y que de modo inexplicable se desmoronó cuando se debía responder a desafíos mundiales, sin relevo que estuviera a la altura; un gobierno de Piñera que fue una demostración de los cruces de intereses entre política y negocios, de modo descarado, algo que se hizo, en todo caso, habitual en la administración Trump; el triunfo del “rechazo” de una propuesta constitucional que colocaba en regla el sistema capitalista.

Lo que quiero decir es que hay una posibilidad que lo que los números y reflexiones de analistas señalan como el probable resultado, si es que no es por la vía del trabajo desplegado en los territorios, se revierte sin otra razón más que una ruptura con la tendencia, bueno, es posible que sea la forma de ir comprobando que la simulación está fallando en algún punto del universo.  



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