Alma en pena

Soy alma en pena y me duele la piel que no tengo.

Te acompaño desde la sombra, soy la lámpara apagada, el espejo en penumbra, la puerta del baño entreabierta, la meza desbordada de platos sin acabar, el acordeón silencioso arrimado a la muralla que no alcanzo a calentar.

Soy alma en pena y me crujen los huesos que no son.

Te susurro las canciones que se quedaron en el tocadiscos, y las penas que no dicen nada más que esa obscena verdad de amanecer y escuchas entre sueños la larga noche que se cierne como sombra que es más fría que la misma soledad.

Soy alma en pena y te miro con ojos segados.

Estoy parado en el umbral de la entrada de tu habitación intentando cumplir con el cariño que declaré defender y no puedo, no puedo, no puedo, no por no querer, no puedo por que soy alma en pena, sostenido en un suspiro de existencia que se tensa.

Y te digo con palabras ocupadas en esos poemas que nunca llegaron a tu puerta, no puedo declamar, no puedo caminar, soy alma en pena que no tiene otra salida que seguir vagando por el espacio infinito del abandono.

No hay primavera, solo cinco noches blancas, una larga semana de cuatro estaciones y muchas guerras que evitamos amándonos.

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