Kast y el autoritarismo latente
El diputado Gaspar Rivas presentó un proyecto de ley denominado: “Reforma la Constitución… introduciendo el estado de justicia en el ordenamiento institucional, permitiendo al Presidente de la República disolver el Congreso Nacional en el caso que indica y disponiendo la derogación de pleno derecho de toda norma jurídica que contravenga la constitución.” (Boletín 17989-07 del 21 de noviembre de 2025).
Este es un
proyecto de ley que se da en un contexto singular. Su promotor termina su
mandato como diputado en marzo, no fue reelecto, y el tono de la iniciativa
suena extravagante, pues rompe con una tradición constitucional que, aunque ha
sido vulnerada por la fuerza -la dictadura es su expresión más concreta-, normativamente
nunca ha existido un mecanismo que establezca una situación como la propuesta.
El debate, de momento, tiene pocas posibilidades de avanzar con apoyo ni del
gobierno saliente, ni entre diputados por lo que es probable que, si no hay un
interés inmediato, se torna compleja su aprobación, además de tener evidentes
vicios de constitucionalidad.
Lo
significativo de este proyecto, es que su presentación se da en medio de las
elucubraciones sobre la instalación e inicio del nuevo gobierno de ultraderecha
encabezado por J.A. Kast.
En agosto de
este año, mientras se iniciaba la campaña presidencial, Kast emitió unas
declaraciones ante inversionistas, conceptos que han seguido resonando con el
pasar de los meses, señaló: "el Congreso es importante, pero no es tan
relevante como ustedes imaginan. Nosotros estamos haciendo la revisión de todas
las potestades administrativas que tiene el Estado…".
Previo a la
segunda vuelta presidencial, algunos columnistas desde El Mercurio señalaron
que ante un gobierno de derecha lo que correspondía era cumplir los
compromisos, enmarcado en la idea de un “gobierno de emergencia”, desde marzo
tendrían 100 días para imponer la impronta de urgencia, cuestión que sabemos,
fue una narrativa que permitió en parte ganar la elección, entre otros
elementos, con el resultado del 14 de diciembre.
Existen dos
modelos que pudiera seguir el ultraderechista en sus primeros meses de gestión:
el de Meloni en Italia, una ultraderechista con una gestión definida como
pragmática, que ha ido avanzando en su programa de modo gradual pero seguro en
estos años; o el modelo Milei, el de la motosierra y de shock social, una idea
provocadora, además, porque a diferencia del gobierno progresista que en su
instalación tuvo el plebiscito de salida de septiembre de 2022 como un
horizonte inmediato, el de Kast no tiene ningún torneo electoral hasta julio de
2028, y sumado al importante caudal de votos, una cámara de diputados con
holgura y una voluntad para cumplir las cosas que prometió, es probable que
opte por el garrote, el shock, el “no hay plata” y pretenda, por la vía de una
combinación de herramientas: esfuerzo legislativo, y decretos emanados de la
potestad reglamentaria, podrían tener el armamento para empujar su programa de
“trasformaciones”, que no es más que profundizar el neoliberalismo.
La
complejidad para el mundo popular es que el cumplimiento del programa de Kast
está amparado en el relato del 58% de apoyo de la segunda vuelta, o 7 millones
de votantes, una barrera discursiva que intentará legitimar la agenda
reaccionaria, y entre todos estos aspectos puede tener sentido una iniciativa
que va en camino con lo que expone el proyecto de Rivas. Probablemente será un
mensaje legislativo algo más sofisticado, pero tiene todo el sentido que la
derecha sienta necesario: mecanismos de control de la oposición social y
política, mecanismo que en todo caso este gobierno ya adelantó en los 3 años de
estados de excepción en el wallmapu y la frontera norte, nadie del mundo
progresista que haya colaborado con esta administración podría sentirse
sorprendido de la continuidad de esta normativa en el próximo periodo.
En este
punto es necesario señalar algo evidente, el mundo social y popular deberá
estar atento a este proceso: la instalación y despliegue de un gobierno que
pretende avanzar en un programa profundamente regresivo para derechos sociales,
y la idea de contar no solo con la potestad reglamentaria, sino que con una
institucionalidad que pudiera darle mayores herramientas es una posibilidad
deseable para los reaccionarios, en eso si hay que estar alerta.


