Leer el diario en la noche, la memoria de la "Bomba 4"

Leo por costumbre. No tengo otra intención más que matar el tiempo valle de las noches en la taquilla del local. Generalmente es el diario, o algunos de los suplementos que van quedando de la costumbre de leer los cuerpos de actualidad todos los días. Ciertamente que vivimos tiempos en que la lectura en papel parece anacrónica, entiendo que mi hábito pueda llamar la atención.

John parece ser un cliente “atípico” de Maestra Vida: es como de aquellos personajes sacados de una fiesta de la extinta discoteca Brujas, un ropero de 3/4 de metro 80, parece ser visitante más habitual de un gym que de una salsoteca. Su contextura se evidencia porque siempre viste ropa ceñida como para mostrar algún atributo corporal, como quien usa gafas -sin necesitarlas- para parecer interesante, o quien se rasura la cabeza para mostrase intimidante. Además, aunque no es un requisito para estar aquí, no baila salsa, viene acá porque le gusta el ambiente y los tragos generosos que sirven en la barra. Esto me lo contó alguna vez que ha salido a fumar a la vereda y preguntó por las clases. Le señalé que los días martes, desde las 7 u 8 de la tarde, él respondía sin mirar nada en particular del paraje: “buen día para practicar salsa”. Acaso una reflexión empujada por una agenda mental en la que el martes es justo la jornada en que no está puliendo el cuerpo, o trabajando en su actividad, de la que no tengo mayor noticia.

La otra noche, en una de esas pasadas por la entrada, me ha visto leer el suplemento cultural de El mercurio, concentrado escudriñando lo que se podía rescatar de un extenso dosier sobre el fallecido novel Mario Vargas Llosa.

¿Qué lee Huguito?  Me pregunta con una voz natural de barítono. Yo intento responder algo que no suene arrogante, siempre he sentido una incontenible inseguridad de parecer alguien ejerciendo una acción contradictoria, una crítica que yo mismo he despachado, mentalmente, cuando veo a alguien leyendo algún libro en el local, pienso en lo falso que debe ser eso de leer en un lugar donde se busca el boche, por lo que le contesté simplemente como “el diario”, sin darle importancia al contenido específico, algo así como bajando la posibilidad de entrar en una explicación que pudiera tornar difícil una contrarespuesta del inquisidor.

Jonh miró hacia abajo, al diario, probablemente para aclarar el contenido más específico de mi lectura, y buscando el repertorio mental de sus referencias, con esa obligación de algunas personas por tener que comentar todo, me dice algo así como: ha que bueno, y ¿dónde viene la “Bomba 4”?

Inmediatamente lancé una genuina carcajada de su comentario, y recordé mi adolescencia en el kiosco familiar, los viernes esperando la sorpresa de “La Cuarta”, una hoja en color en formato tabloide (de 28 x 43 cm) y que muchos clientes coleccionaban como única forma de representación de la sexualidad femenina en tiempos de una ingenua apertura que trajo la transición de los noventa. Eran mujeres en toples, nada de exposición genital, supongo que había un recato pudoroso en esa prensa que quería ser popular, y la verdad es que quienes consumían aquel diario, versión ligt de “La Tercera”, estaba orientada al jornalero de la construcción, el junior de la oficina o cualquier trabajador, poblador o caminante que no requiriera la complejidad de la noticia con los detalles analíticos de los medios “serios” del duopolio (COPESA y EL MERCURIO).

Y sí, ese comentario me causó gracia, y supuse que al traer esa referencia a colación para un sujeto que lee El Mercurio, la verdad que merece mis respetos, aunque no baile salsa. 

 



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