Aranceles, una muestra de la decadencia norteamericana
EEUU impone a Chile un 10% de arancel sobre las importaciones, al igual que a la mayoría de las economías de Latinoamérica, todo esto en el marco de lo que se ha dado por denominar como “Guerra comercial de EEUU contra el mundo”. Hay que señalar que la balanza comercial con nuestro país es ligeramente favorable a los norteamericanos.
El
anuncio se realizó en un espectáculo televisivo, una estrategia que ya es
habitual entre los políticos de derecha. Sin embargo, lo ocurrido este 2 de
abril tiene un matiz distinto: más que una declaración política, parece un acto
de megalomanía, una auténtica performance del "emperador desnudo".
Si alguna
experiencia progresista o de izquierda tuvo la posibilidad de utilizar este
mecanismo —común en las economías del mundo hasta la década de 1980— como una
forma de fortalecer su producción nacional, en Chile podríamos imaginar un
presente distinto, por ejemplo, para la industria del calzado. Esta industria
centenaria colapsó precisamente por el libremercadismo neoliberal impuesto durante la dictadura. En
realidad, esta política económica tiene sentido, pero la ortodoxia monetarista
la convirtió en un pecado.
La hegemonía ideológica de la globalización capitalista neoliberal
permeó todos los discursos de nuestra realidad política. Durante años, quien
propusiera fortalecer el mercado fabril-manufacturero doméstico era señalado
como un estatista trasnochado. Sin embargo, paradójicamente, tuvo que ser un
capitalista de la especulación financiera e inmobiliaria, Trump, quien rescatara
una idea que, en principio, es correcta: el arancel protege la producción
nacional.
El problema es que han pasado cuatro décadas de ortodoxia neoliberal, y
ya no queda industria que proteger. Levantar barreras arancelarias hoy sería
inviable sin antes reconstruir algo parecido a una industria nacional. Este es
el mismo problema que enfrenta EEUU: no es posible restaurar lo que fue
destruido o desmantelado y trasladado a fábricas en países del tercer mundo.
Lo único rescatable de este debate es que, tanto una parte de la
izquierda como algunos sectores del capitalismo tradicional, siempre
defendieron la industria nacional. En contraste, las medidas de Trump solo
reflejan la desesperación de un sistema en decadencia, con dificultades para
transitar a las nuevas economías tecnológicas por efecto de una mano de obra en
decrecimiento, y que de modo contraintuitivo desprecia la migración que sería
el mecanismo para mantener procesos productivos en pie. Además, en una
perspectiva global, EEUU se encuentra rezagado como mercado desarrollado respecto
del avance sustancial de China, y pronto de India, con un dólar como moneda
global que en cualquier momento deja de ser la referencia del mercado
financiero, una deuda pública, que a pesar del esfuerzo jibarizado no logra ser
controlado, en definitiva, de todo este proceso, lo único claro es que, parafraseando
el eslogan reaccionario: “EEUU nunca volverá a ser grande otra vez”.