Decir "ultraizquierda", una categoría con la que la prensa simplifica la realidad


Hasta la década del noventa decir “ultraizquierdista” tenía una carga denotativa. Puede ser influida por la historia del proceso chileno en la Unidad Popular, se les denominaba así a partidos y movimientos que extremaban tesis marxistas, de modo ortodoxo sobre la oportunidad y profundidad de las transformaciones, pero siempre con la idea del socialismo en el horizonte. Era una cuestión, si se permite la reducción, de “control de impulsos” de quienes cargaban con aquella denominación peyorativa, y por lo tanto una ofensa, especialmente si salía de la derecha.

Entre quienes competían en las tesis más o menos rígidas también se utilizaba, pero a lo sumo se les llamaba coloquialmente “ultras”, así a secas.

La prensa chilena, cargada de prejuicios y dificultades conceptuales se ha ido acostumbrando a denominar “ultraizquierda” a colectivos o personas que levantan y defienden tesis de cambios más o menos profundos, y algunos voceros señalan discursos con cierta radicalidad descriptiva, pero en este horizonte no hay socialismo, a lo mucho la pretensión de dejar en regla el proyecto modernizador capitalista “con rostro humano”. En nuestra realidad aquello sería ser más o menos apostar por programas keynesianistas, o sea pura levedad reformista.

Un ejemplo perfecto que muestra el asunto de las reducciones que exponen los medios de comunicación, es la asunción de Pedro Castillo en Perú. Todo lo que ha rodeado la toma de poder se ha transformado en la golosina de los medios oficiales que identifican al nuevo gobernante como “el presidente ultraizquierdista”.

Si cualquiera hace el ejercicio de búsqueda de contenidos y elementos que permitiría justificar en algo tal denominación, es probable que solo encuentre que el ganador de las elecciones de junio tiene un discurso híbrido que mezcla exaltación por el mundo rural y campesino, austeridad popular, reformismo capitalista y una extraordinaria presencia de opiniones conservadoras sobre temas valóricos, perfil mucho más cercana a los intereses de la derecha conservadora cristiana que a una bese de apoyo identificable de izquierda, a pesar de sí contener muchos de los mensajes que pudiera hacer sentido a un programa progresista, todo muy lejos de lo que se podría suponer como "ultraizquierdista".

Por lo mismo creo que como en este caso, son los medios de comunicación lo que usan motes que tienen más de artefactos denostativo que de genuina reflexión política de la realidad.

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