Viaje y Experiencia Cumbre
UNO. Joseph Campbell propone en su obra una estructura de toda narración épica dividida en tres grandes momentos: Separación- iniciación – retorno (“El héroe de las mil caras”). Este constructo, por ejemplo, sirve para proponer algo que en los mitos es esencial y que Carl Jung lo había descrito, están vinculados a la siquis del ser humano y es sincrónico, portamos con una carga de significados simbólicos que nos permiten transitar por el mundo, al parecer es una especie de atenuación de las dificultades propias de la supervivencia.
Por eso es tan atrayente escuchar o ver (en nuestra era de estímulo visual) el relato de un héroe que establece, al fin, un equilibrio pasando por todas las vicisitudes que tiene el viaje.
“Las imágenes del mito son reflejos del potencial espiritual de cada uno de nosotros. Mediante su contemplación evocamos sus poderes en nuestras vidas” (Campbell en “El poder del mito”)
No podemos abstraernos del poder de ciertas imágenes que han estado presentes desde siempre en la evolución de la especie humana, y se repiten de manera permanente en la historia. El amanecer o el crepúsculo, la luna en etapa perigeo del sábado 19 de marzo tiene tal nivel simbólico que es capaz de llamar la atención de millones, de sentir influjos y energía que argumentalmente no pueden ser del todo entendidas.
Cada jornada, en la existencia de cada cual, está llena de esas imágenes que le dan sentido, muchas veces sin darnos cuento, al viaje que realizamos. Por ejemplo una visita a otra ciudad, en el traslado podemos llegar a sentir que ese movimiento es habitual y a la vez único, una especie de sueño que hemos realizado muchas veces pero tiene algo épico. Es en todo caso un instante único en el que existe una claridad absoluta que ese acto te conecta con tu Ser.
Maslow llamó a este estado “Experiencia Cumbre”.
DOS. He sentido muchas veces esas dos ideas que expreso arriba. Por un lado el que el mundo físico es rico y poderoso en la medida que lo dotamos –o descubrimos- símbolos míticos de los cuales uno de los más significativos es el viaje.
Considerando antes que he sido un inmóvil permanente, una especie de observador del movimiento perpetuo de otros.
Y en esos viajes, pocos pero intensos de vivencias, he sentido experiencia cumbre que sería: “un estado de unidad con características místicas; una experiencia en la que el tiempo tiende a desvanecerse y el sentimiento que sobrecoge hace parecer que todas las necesidades se hallan colmadas” (Abraham Maslow).
Hablo de breves momentos, etapas que son casi destellos tranquilos que se van tan impactantemente como se presentaron. Una conversación, unos minutos de iluminación en torno a una idea, el contacto con una mujer particular, el soplo doloroso en que los sentidos se estremecen ante cualquier estimulo, y sin lugar a dudas los viajes que serían el silencio de una contemplación de una valle estrellado, el sonido de un río en el sur del mundo, la altitud de una madrugada, la lluvia que fue el caos de unos ancestros que indicaron caminos hace muchos ciclos pero que de alguna manera –el mito- es mi camino.
Es interesante, en todo caso, descubrir este poder que estoy seguro, todos tenemos.
Atentos pues al viaje –mítico- y a las experiencias cumbres.