Un sujeto

Conozco un sujeto que perdió el alma una noche de vagabundeo y encontró consuelo la mañana siguiente del abandono total, entre sábanas incandescentes que eran más brillantes que el sol.

Conozco una mujer que consume noches y que por circunstancias del destino despertó de un sopor intranquilo entremedio de sábanas incandescentes que eran más claras que las paredes de la habitación.
En ese acto se descubren detalles de la face, singularidades remotas que de noche no se tienen en cuenta, por ejemplo, el pliegue de sus labios, el valle de su cuello, un lunar por ahí entre la piel sincera.

Conozco un amante que se sintió doblegado por el vacío del camastro inflamado, no quiso mover los restrojos de la jornada carnívora, juntó todos los indicios de esa vida que latió hace menos de una centuria. Quería más de esa compañía infame, el deseo, recordó, como el que despierta la carne en Asterión.

Reconozco el sonido del silencio.

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