Una noche de fuerza.

En más de una oportunidad lo he dicho, a mi la violencia no me viene bien. Los actos de fuerza me desgastan en lo más profundo, pero entiendo que en ciertos contextos es necesaria. Imaginen que además tengo que ejercer una responsabilidad, en Maestra Vida, que requiere autoridad y fuerza, es un permanente dilema ético.
En los 10 años que llevo trabajando en la puerta del boliche me he tenido que enfrentar muchas veces a situaciones donde me han ejercido violencia, hablo especialmente física, y puedo decir que en esos únicos casos la he tenido que responder con otra que está a nivel de la defensa legítima, pero no por todo aquellos es menos desgastante.
Lo de anoche fue algo de eso, pero la diferencia es que después que un sujeto me agrede verbalmente, le intento hacer entrar en razón para que desista de su conducta, que su actitud pendenciera le va ha llevar por mal camino (mi permanece optimismo por la naturaleza human muchas veces me juega en contra) y que mejor se vaya con su amigo que una hora antes se había colado mientras yo atendía al público en la caja de la entrada y al descubrirlo lo saqué del local.
Volvió el colado con el amigo en cuestión, a esa hora llovía, a pedir que les dejara entrar por menos dinero. Adicional es que venían en manifiesto estado de ebriedad. Sumando y restando, y a pesar que la actitud desafiante, tenía la esperanza que partieran sin hacer mayores manifestaciones de soberbia. Al salir, Gufo, mi eterno acompañante, les hace un gesto para que avancen a la vereda y en el acto el acompañante del colado hace un ademán con un manotazo al aire. Yo reacciono, me paro de mi banca de caja y voy a encarar nuevamente al chico. Este comienza a insultar, siempre he dicho que las palabras no matan, pero lo que colmó la paciencia fue un gesto al colocarse en guardia. Simplemente apliqué un manotazo sin mayor esfuerzo y cayó a tierra. El amigo ni se movió.
Se levantó, yo ya había dado por terminada la confrontación y aparatosamente se limpia con los dedos la boca, sangre, dice como si se tratara de una manifestación de la vulneración de la dignidad mayor que la propia actitud del desprecio de no entender el trabajo de los otros. En fin, algo que lo he visto muchas veces, el celular y hacer toda una parodia de llamar a carabineros. En eso pasa un furgón, que entiendo la manera de hacer desistir a los bochincheros. Los llamo y les explico la situación de molestia. Me retiro mientras los dos funcionarios comienzan a hablar con los tipos. Es ahí cuando uno de los pacos se acerca para preguntar mi versión. En eso estaba cuando al que hace unos minutos dejé en el suelo me increpa delante del funcionario y mientras hablo con él para mostrar la actitud desafiante y sin mediar nada me lanza, debo decir, muy certero golpe sobre mi pómulo izquierdo. El paco lo toma y los sube al furgón.
Debo decir que fue lo justo. Me gané un cornete para recordar que nunca debo estar con la guardia abajo aunque esté mediando un paco, y que aun así sigue valiendo la pena estar donde estoy, que he aprendido de la naturaleza humana mucho más que en cualquier aula o academia, que a pesar de todo son experiencias de la vida y que aun confío en la decencia del ser humano. Amen.

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