Por una noche de mentiras

Me dijo: tentación ven aquí, que si te muerdo fuerte puedes devolverme al infierno. Yo simplemente me abalancé sobre ella como un animal que no tiene remordimientos de las actos de la carne: puro instinto morena, que lo que quiero es que me marques la piel con tus dientes, le digo mientras le paso la lengua por la comisura de los labios.
Me gusta mentirle a las mujeres, eso si. Pero mucho más me gusta que me mientan. Esto lo recordé media hora después de acabar sobre sus pechos y mientras me tomaba un baso de agua, sonaba un disco de covers de Art Blakey, “¡como suena esa batería!”. Me dan un par ideas bizarras sobre la procedencia de esa sonoridad, fuerte, sobresaturado con olor a bocinas quemadas y esa temperatura que es similar a como se siente ahora observando el cuerpo desnudo envuelta por una mortaja gris que son sábanas. Hace cuánto que no lavo la ropa de cama, o será mejor que limpie mi conciencia primero, me da riza esa idea, que de tanto desear que las cosas se den bien se dan mejor de los que uno pudiera esperar, solo que ahora me fijo en las putas sábanas que deberían ser blancas y se ven en ese tono.
Me gusta que me mientan las mujeres. Ella me dijo que ha ganado un concurso de tamaños de tetas en un club en Buenos Aires. Pienso que se le veían mucho más grandes con ese brasier negro, ahora creo que me mintió desde un principio, solo para llamar aun más la atención de todos los quiltros que estábamos pasmados conteniendo las babas sobre la barra del puto bar aquel.
Moanin” se llama el tema y subo el volumen hasta lo insoportable, que es como me gusta a pesar de las mañas de la señora del piso de arriba que siempre me escupe sus comentarios aparentemente bien intencionados cuando nos topamos en el ascensor. Esta versión es mucho mejor a la de Charles Mingus, es más estructurada en Blakey, no se si me entienden. La chica debe estar muy cansada, ni la mueve los decibeles.
Se ve linda así como está, con el cuerpo lánguido, suelta en cualquier momento un pedo la muy zorra, así de relajada se ve. Me gustó tanto que mintiera, y que además aceptara mis mierdas: soy agente de una firma internacional de pantuflas, es gracioso, es decir soy agente de las propinas que me dan por lo que escribo para una puta revista de viajes de esas que se leen mientras vienen camino para acá. Mentiras y más mentiras pero escritas con estilo, me dice la golfa de mi editora, que es más zorra de la que tengo en la cama.
Pero la cosa es que me creen, y ellas en especial o juegan a creer y eso es maravilloso en una mujer. Piensen por un minuto que todos habláramos honestamente cuando nos queremos ligar a una chica, ni un brillo, se tiene que inventar mundos paralelos, y ellas siempre juegan a creer. Por supuesto que unas más que otras, pero ahí está el parámetro que busco, mientras jueguen a ser más crédulas más desinhibidas en la cama serán. Es la manera que sueltan las palabras cuando nos abrazamos desnudos, los gemidos, el sudor de sus mentiras: “Cómo me sacaste la pantaleta? No me di cuanta”; “Es que no puedo creer que haga esto así, sin siquiera conocerte”. Ja. Otras son más osadas: “Perdón, pero no estoy acostumbra al sexo con desconocidos, en realidad el trago me hace mal”.
Recuerdo la vez que me acompañaron una tropa cuando se acabó el bar. Nos vinimos por una botella de ron, en realidad no sé si fue la escusa, pero es lo de menos. Se nos sumó a la chica que tenía a punto, sus dos amigas y unos tipos que ubicaba pero no conocía del todo y que no me caían tan mal como para no dejarlos tirar con las amigas de mi chica. Al llega al departamento nos acomodamos, prendí la música y comenzamos con las galanterías definitivas antes de anotar entre sus piernas. Fue duro todo aquello, los dos mojones lo querían todo servido y no fueron capazas de avanzar, y mi chica y yo estábamos que reventábamos de cachondos, pero eso iba mal si es que el resto no hacía lo que tenía que hacer, y era simplemente mentir. Decir que el balcón es mucho más fresco que el living, y te la llevas. El otro que se quedara tranquilo en el sofá y yo tenía listo el dormitorio. Pero no, las mierdas no supieron mentir, pero lo peor de todo es que no entendieron las mentiras de las chicas, es decir, una le habló sobre un viaje a Centroamérica donde conoció a un negro de la pinga. Mentira, le estaba diciendo que le gustaba que la acorralaran. La otra chica recordó que le temía a los descensos de los aviones o no sé que mierda, mentira también, quería montar al sujeto. Conclusión de la historia, los hueones se tuvieron que conformar con una paja de aquellas por mojones. ¿Y yo?. Para no dejar mal a la especie le tomé el número de celular y nos juntamos una semana después. Cumplí.
Ahora que lo pienso, veo a esta mujer en mi cama y me gustaría estar más tiempo con ella, o con cualquiera otra que juegue a las mentiras siempre, que no le de pereza inventar nuevas historias, y que juegue a creer las mías y que seamos felices mientras duras las mentira, si de eso se trata la vida. ¿O no?

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