Conspirando...
Afuera llueve, o tal vez es un murmullo que inunda el espacio en el que me encuentro, tecleando un cúmulo de sin sentidos, le parecerá, ideas y palabras que quieren ser la continuación de una conversación fragmentada, fantasmal, cabría decir, que iniciamos una noche de otoño.
Afuera, puede ser, que tercie el frío. O es la humedad de la lluvia que no estoy seguro si fue, o es el invento de la memoria de otra jornada perdida en los junios de mi existencia. Lo que deja la melancolía, podría decir, que en su voz sonaría como un piadoso sollozo de un silencio.
Adentro, donde estoy, es casi calor, otra época que viene de lejos, y pienso que podríamos compartir este instante, sólo como un intento de conciliar los temas, las ideas, las palabras, frases que se dijeron, proclamas de la vida que nos toca vivir.
Vale todo esto para introducir, enunciar, un mito, una metáfora de la fuerza de los dilemas por los que siempre nos toca transitar.
Creo haber mencionado su identidad: “Nudo Gordiano”. Es una idea de la épica clásica, del relato del héroe, que con la fuerza de su espada y la astucia logra resolver un dilema. Vale todo esto como una alegoría de nuestras faltas de astucia, o simplemente que las rupturas de ritmo, uso una idea que le podría servir en cuanto el baile y la música son afines a sus gustos, de los hechos se continúan como herencia de nuestros propios actos. Romper con el nudo, liberar el alma puede ser un acto indispensable para avanzar. Esto lo sabe el personaje, Alejandro Magno, el que cortó el nudo como señal de su avance sobre el mundo.
Mi intento, en todo caso, no es siquiera sospechar un motivo más importante que el propio desafío de un mundo mejor, un mundo que en lo próximo, sea feliz.
Romper el nudo. Desnudar la vida. Liberar las extensiones de las vidas que se encuentran amarradas por pasiones que nos llevan a repetir, simular, tapar, crear mundos que justifiquen nuestra precariedad.
Y le aseguro que le habla alguien que ha tenido muchos nudos en la vida, y que le cuesta cortarlos, desnudarlos, liberar las extensiones que unen.
Sólo como intuición, le diré, esa noche le hable de las maneras para aproximar a una verdad.
Puedo declararle que apenas se quien es ud. He llegado a suponer que un espectro, una superposición de mis deseos, una representación de la realidad que se desvanece cada vez que cierro los ojos, ya no está, es un invento de mis sentido.
Pero suponiendo que ud. sea muchas cosas bellas, y yo un espantapájaros suspendido entre el maizal, esperando que el ave pose su cuerpo en el objeto de mi defensa, yo en ves de espantar quiero hablar, le dije, conspirar (uso una idea que leí en un texto sobre humanidad y dice relación a la co-inspiración, la que dos o más pueden imaginar). Conspiremos mundos, ud. desde los desafíos peculiares de su defensa, yo desde mis supuestos alcalinos, inundamos por la lluvia que se hace intensa en las noches que doblego mi ego. Conspiremos, ud. después de cortar sus nudos, y desnudos, sin ropas más que las propias inconsistencias de la existencia.
Cuando duerma, esta mañana, su figura se desvanecerá entre las rigieses de la materia.
Ya es tarde, y recuerdo (memoria no es registro, es una invención del intelecto de sucesos que pudieran tener sentido) que caminamos por un parque llenos de hojas amarillas…
El camino suena, las suelas se humedecen, y la aferro contra un artefacto que es un pecho cálido. Nuestros pasos suenan alejándose en otra dirección, distinta del aparente destino, y entre un silencio que no molesta, suponemos que estamos despiertos, y no somos una marca que dejo suelta, somos las hojas sobre las que otros paseantes suponen cadenas de vida, de las cuales sustentan eternos ciclos de hojas caídas y sonadas, en que suelas de zapatos incrustan el peso de los pasos.
Afuera, puede ser, que tercie el frío. O es la humedad de la lluvia que no estoy seguro si fue, o es el invento de la memoria de otra jornada perdida en los junios de mi existencia. Lo que deja la melancolía, podría decir, que en su voz sonaría como un piadoso sollozo de un silencio.
Adentro, donde estoy, es casi calor, otra época que viene de lejos, y pienso que podríamos compartir este instante, sólo como un intento de conciliar los temas, las ideas, las palabras, frases que se dijeron, proclamas de la vida que nos toca vivir.
Vale todo esto para introducir, enunciar, un mito, una metáfora de la fuerza de los dilemas por los que siempre nos toca transitar.
Creo haber mencionado su identidad: “Nudo Gordiano”. Es una idea de la épica clásica, del relato del héroe, que con la fuerza de su espada y la astucia logra resolver un dilema. Vale todo esto como una alegoría de nuestras faltas de astucia, o simplemente que las rupturas de ritmo, uso una idea que le podría servir en cuanto el baile y la música son afines a sus gustos, de los hechos se continúan como herencia de nuestros propios actos. Romper con el nudo, liberar el alma puede ser un acto indispensable para avanzar. Esto lo sabe el personaje, Alejandro Magno, el que cortó el nudo como señal de su avance sobre el mundo.
Mi intento, en todo caso, no es siquiera sospechar un motivo más importante que el propio desafío de un mundo mejor, un mundo que en lo próximo, sea feliz.
Romper el nudo. Desnudar la vida. Liberar las extensiones de las vidas que se encuentran amarradas por pasiones que nos llevan a repetir, simular, tapar, crear mundos que justifiquen nuestra precariedad.
Y le aseguro que le habla alguien que ha tenido muchos nudos en la vida, y que le cuesta cortarlos, desnudarlos, liberar las extensiones que unen.
Sólo como intuición, le diré, esa noche le hable de las maneras para aproximar a una verdad.
Puedo declararle que apenas se quien es ud. He llegado a suponer que un espectro, una superposición de mis deseos, una representación de la realidad que se desvanece cada vez que cierro los ojos, ya no está, es un invento de mis sentido.
Pero suponiendo que ud. sea muchas cosas bellas, y yo un espantapájaros suspendido entre el maizal, esperando que el ave pose su cuerpo en el objeto de mi defensa, yo en ves de espantar quiero hablar, le dije, conspirar (uso una idea que leí en un texto sobre humanidad y dice relación a la co-inspiración, la que dos o más pueden imaginar). Conspiremos mundos, ud. desde los desafíos peculiares de su defensa, yo desde mis supuestos alcalinos, inundamos por la lluvia que se hace intensa en las noches que doblego mi ego. Conspiremos, ud. después de cortar sus nudos, y desnudos, sin ropas más que las propias inconsistencias de la existencia.
Cuando duerma, esta mañana, su figura se desvanecerá entre las rigieses de la materia.
Ya es tarde, y recuerdo (memoria no es registro, es una invención del intelecto de sucesos que pudieran tener sentido) que caminamos por un parque llenos de hojas amarillas…
El camino suena, las suelas se humedecen, y la aferro contra un artefacto que es un pecho cálido. Nuestros pasos suenan alejándose en otra dirección, distinta del aparente destino, y entre un silencio que no molesta, suponemos que estamos despiertos, y no somos una marca que dejo suelta, somos las hojas sobre las que otros paseantes suponen cadenas de vida, de las cuales sustentan eternos ciclos de hojas caídas y sonadas, en que suelas de zapatos incrustan el peso de los pasos.
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