...

Y quedó la bufanda enganchada en mi cuello, ronroneando como gato que nos recibe en la reja que da a su casa.
Y camino entre la bruma de una mañana intemporal, casi una súplica de otoño cercano, y camino masticado un deseo, un favor secreto: que la luz del día sea suficiente para ahogar su recuerdo.
Y camino entre una bruma rumosa, como el rumor de otro tiempo, y escucho el olor que ha dejado impregnado en la bufanda aquella, la que no es celeste, ni es invierno.
Y me espanto de las cosas que siento, aveces, cuando despierto de escuchar su relato de verdades a medias, y le digo cosas que quiere ella escuchar.
Pero en algún punto del paso, de la bruma, de la mañana nocturna, la bufanda me dice que es hora de cambiar…

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