memoria para ella...

La memoria me falla. No recuerdo en qué momento dejé de tenerla ausente. Siempre revoloteaba como una tonada, una sombra pura de ojos intensos que se posaba en mi descontrolada humanidad, en aquel lugar de lacónicos rincones. Era ella la que encontraba la forma de auscultarme. Y me descubría como un ogro de corazón de piedra, me lo declaró hace algunos días, que consumía sus noches entre el humo y el griterío desordenado de la vida.
Una mañana me acompañó a esperar la mirada distinta que se conquista con la luz del día. Esperamos entre las sombras, que fue la dimensión donde nos entrometimos en el comino del otro, hablando de los codos de nuestros caminos, ella de fresco caminar, el mío algo más cansado, pero vital. Nos entramos al fin con el claror de la mañana y descubrimos que teníamos otro brillo en la mirada –realmente siempre supuse su mirada desde aquellas despedidas en la puerta del mundo encerrado de humo.
Ahora, ya lejana aquella jornada, pienso y busco en qué momento dejé de tenerla ausente, y ya instalada en la retina, siempre la busco entre las sombras, y la encuentro iluminado el rincón más oscuro del lugar lacónico. Hay veces que su mirada se cruza con el gentío y llega a soplar la esperanza de tantas jornadas que parecen perdidas en el lugar del umbral, y me anima, cual sonido distinto y alegre.
La memoria…

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