Apuntes: Identidad Lafquenche (dos)

El ejercicio del Poder desde el que lo detenta y del que lo aspira de manera efectiva a la hora de la toma de decisiones. Esta asimetría es la que permite el equilibrio en cualquier escenario que se de en el enfrenamiento de posiciones. Es el nudo de todo conflicto social, más allá de las consideraciones estilísticas que tengan cada cual. En el caso de la Comunidad Lafquenche, se debe decir de ante mano que hablamos de una multiplicidad de manifestaciones que no necesariamente cuentan con una única dirección tan diversa como se puede encontrar en toda identidad nacional, hablamos de la asimetría de intereses, por tanto de un conflicto que se asume desde posiciones de Poder diversa. El Estado, sino la representación moderna del poder absoluto de cuya expresión es depositaria la violencia, y la Identidad Laquenche, representación diversa que se asienta en un territorio (ver mapa sacado del MOP) y que alguno de sus miembros la resisten pues temen –replicando experiencias de 500 años- que al abrir su territorio será la antesala de la perdida definitiva de un patrimonio que no es solo la postal turística, es además una acumulación de verdades, aquellas que han permitido la supervivencia de siglos, primero contra la invasión hispánica, luego el avance de la nación chilena.

Aquí nos encontramos ante un dilema adicional, visto esto desde la mirada externa del chileno. Los índices sociales y económicos de la zona afectada por el proyecto cuestionado son de una gran pobreza –utilizando antecedentes sociales construidos, insisto, desde la metodología chilena. Y no es menos importante la manera que es construida la imagen de exclusión social en el territorio, pues a continuación de la constatación de la precariedad se habla de las posibilidades que traerá para la comunidad la conectividad. Todo esto parece tener sentido, una vez más se habla desde el saber técnico, pues se podrías aprovechar el patrimonio antes mencionado, estableciendo mecanismos que incentiven la industria turística, o creando oferta de infraestructura que permita atender el trasporte de paso que utilizara –a la larga así será aunque el discurso tecno-político diga lo contrario- este segmento de la Carretera Costa.
Después de revisar los múltiples acuerdos y tratos que se han firmado entre los Mapuches y el Estado chileno y su baja efectividad y resultado se puede entender la frustración y los actos de resistencia. En esta nueva pasada se quiere hacer creer que luego de otros proyectos, como el puente sobre el lago Budi que sin respeto del ecosistema y de las comunidades circundantes, se construyo.
Sería mejor aplicar los tratados que ha suscrito el Estado chileno, como el Convenio 169 de OIT que impulsa un reconocimiento efectivo de las identidades tribales. O simplemente asumir los compromisos ya suscritos que buscan equilibrar esa argumentativa concepción “el interés social”, “bien común”, “utilidad” y otras que tanto le gusta aplicar a leguleyos puestos a disposición del que detenta el Poder.
Estamos en un momento de la historia de la humanidad en la que las formas deben cambiar ante la evidencia del cambio que vive geos, tal vez sea la última alerta antes de que sea demasiado tarde y reconozcamos con dolor que nuestra arrogante manera de entender el vinculo vital con el hábitat es de respeto, y aprendamos de esos “pobres” sujetos que han sobrevivido siglos resistiendo el embate de Tren Tren (la serpiente negra)

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