EEUU la guerra civil que se avecina

Hace una semana, la congresista de ultraderecha por el estado de Georgia Marjorie Taylor Greene señaló que el modo de resolver la profunda fisura que existe en EEUU es con un "divorcio" entre los estados gobernados por liberales y conservadores. Esta fórmula, que parece un recurso retórico es algo así como un llamado a la guerra civil, cuestión que en estos días ronda en el país del norte como hipótesis en la sombra, especialmente después de la muerte del activista Charlie Kirk, y que desde la distancia del sur se percibe menos como una idea disparatada, más bien como una posibilidad cierta.

Hoy EEUU parece que va directo al despeñadero de los imperios, el mismo que han visitado las mayores naciones hegemónicas que se han encumbrado en la historia de la humanidad, al parecer será esta la coyuntura que marcará su decadencia política y económica final, y por lo mismo seremos la generación testigo de la eclosión de la mayor potencia que ha dado occidente. El problema es que ese conflicto también afectará al resto del mundo.

Los llamados que han hecho varios líderes de la ultraderecha norteamericana, en el mismo sentido de declarar la “guerra” específicamente contra la izquierda, desde el mismo líder Donald Trump, a Steve Bannon (uno de los principales ideólogos del trumpismo y la ultraderecha internacional), significa básicamente luchar por defender y recomponer los valores conservadores: familia tradicional, heteronormatividad, propiedad privada, matriz cristiana y cultural occidental.

Este proceso ha sido extraordinariamente dinámico, con agregación de hitos prácticamente todos los días, en una vorágine que ha hecho que desde el 20 de enero -momento de asunción de la administración Trump-, pareciera que observamos una larga gestión de varios años, en que se han dado giros predecibles y muchos impredecibles, en contextos de mentiras galopantes, acciones institucionales violentas, masificación de miedo y abiertas provocaciones que van generando un estado de “Shock”, casi como del modo como lo propuso hace varios años Naomi Klein, el mecanismo del capitalismo que permite imponer aquellas medidas que de otro modo serían imposibles o improbables: expulsar a millones de inmigrantes, trastornar el comercio internacional a costa de la propia economía doméstica de los norteamericanos, censurar a comediantes y a periodistas críticos, amenazar con cancelar licencias de medios de comunicación, perseguir penalmente a detractores, atacar e invadir otros territorios a pesar que se comprometió a centrar todo el esfuerzo y la energía en el propio territorio nacional, y así una larga lista de hitos que en otro contexto serían impensables.

Es probable que Trump, en su megalomanía narcisista, tenga clara que la apuesta por el shock es momentáneo, que tiene elecciones que renovarán la cámara de representantes (435 escaños) además de un tercio del Senado y los 50 gobernadores estatales en noviembre de 2026, por lo que esta etapa es una ventana para hacer avanzar esta revolución conservadora, lo tiene todo a favor, instituciones coaptadas, partido republicano controlado, oposición desorientada, y otro elemento significativo: 30 millones de adherentes armados y preparados para alzarse si fuese necesario, esto último lo señala el politólogo canadiense Thomas Homer-Dixon que ha estudiado este elemento y que el 2022 señalaba que hacia el 2030 EEUU estaría gobernado por una dictadura derechista, si es que no colapsa antes en una guerra civil.

El intento por señalar de modo general y sin mayores antecedentes a la “izquierda radical” como el sector que empujó la acción de Tyler Robinson, el tirador que terminó con la vida de Charlie Kirk, a esta altura parece una mentira absurda, pero qué importa, si la mentira y la manipulación ha logrado sostener el poder imperial de EEUU durante casi dos siglos.

Por lo visto, cuando la congresista por Georgia llama al “divorcio” entre conservadores y liberales, puede ser interpretada como el llamado para los militantes y adherentes, entre los más comprometidos se cuenta el movimiento MAGA (Make America Great Again , traducido como “Haz a Estados Unidos grande otra vez”), que deben estar preparando el asalto contra todos aquellos que no son parte de su proyecto político y social, definitivamente seremos espectadores de un momento estelar de la historia de la humanidad, solo falta saber en qué momento comenzarán las beligerancias.

Solo a modo de pie de página, Chile en algún momento podría estar muy cerca de todo lo que emana de aquel proceso de crisis y decadencia del país del norte, con el ascenso de los candidatos de la triada derechista que se les ha dado la denominación “MaKaKa” -Matthei-kast-kaiser- y que en distintos niveles sostienen en sus propuestas programáticas las ideas de las derechas que están gobernando en EEUU, y a pesar de nuestra distraída distancia, podríamos quedar expuestos a esa lucha, y sus consecuencias más directas: retrotraer los proyectos de reformas a fojas cero, es decir eliminar derechos y conquistas, que a pesar de ser puntuales y limitadas, fueron fruto de un proceso popular y trasformador.

 


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