80 años de Hiroshima y Nagasaki, el horror de la bomba
En agosto se cumplieron 80 años de la detonación de las bombas
atómicas en Japón, las primeras en la historia de la humanidad. En sí mismo es
un evento de un profundo impacto, un hecho que mantiene vivo el horror de la
capacidad humana para destruir a una escala difícil de situar, pero que a la
vez está cubierta de un debate sobre la justificación de su pertinencia y
oportunidad en el contexto conclusivo del mayor enfrentamiento militar que ha
vivido la especie humana, la II Guerra Mundial.
En ese contexto, se dieron distintas opiniones de
historiadores que señalan aspectos del evento, si acaso, dentro de las lógicas
del enfrentamiento, tenía EEUU una justificada posición para aplicar, dos
veces, un castigo colectivo de la magnitud que se infringió contra 120.000
personas, civiles la mayoría, entre ambas detonaciones, en Hiroshima el 6 de agosto, y en Nagasaki el 9 de agosto
de 1945.
El historiador
británico Antony Beevor, en una entrevista de La Tercera señaló: “…creo que
es una gran paradoja moral, fue que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y
Nagasaki salvaron muchas más vidas de las que mataron.”. Esta afirmación es
la síntesis que se repite, en un rango que va de la oportunidad y el efecto, para
justificar las bombas.
De algún modo se refiere a la paradoja, que algunos la han
denominado “The Bomb Saved Lives Thesis” (la tesis de que la bomba salvó vidas),
o sea la expresión del costo menor, de algo que está documentado y que es
retratado en la película Oppenheimer (2023) y que el científico del Proyecto Manhattan
habría utilizado para expresar su horror por las detonaciones, citando el libro
Bhagavad Gītā habría declamado: “Ahora me he convertido en la muerte, el
destructor de los mundos”.
Pero este predicamento, para algunos historiadores, y en menor
medida, para los políticos que representan la autoridad de EEUU, es relativo,
pues para la gran mayoría de la humanidad aquel ataque fue innecesario y
brutalmente efectivo para aquellos que en ese momento estaban absolutamente
derrotados, Japón.
Otro historiador, Eric
Hobsbawm, nos aporta que aquel acto de barbarie, tuvo más de demostración de
fuerza para el mundo que se abría después de la guerra, una muestra de poder
que los enemigos de occidente debían tener presente desde aquel momento: “La justificación del lanzamiento de la bomba atómica
sobre Hiroshima y Nagasaki… no fue que era indispensable para conseguir la
victoria, para entonces absolutamente segura, sino que era un medio de salvar
vidas de soldados estadounidenses. Pero es posible que uno de los argumentos
que indujo a los gobernantes de los Estados Unidos a adoptar la decisión fuese
el deseo de impedir que su aliado, la Unión Soviética, reclamara un botín
importante tras la derrota de Japón.” (Historia del Siglo XX. Crítica, 2007).
Pero la historia tiene un
capítulo guardado como un ángulo que se infiltra de modo sorprendente con implicancias
que nunca lograremos dilucidar.
Resulta que quien decidió utilizar
el arma fue el presidente Harry Truman, quien reemplazó como vicepresidente de Franklin
D. Roosevelt en 1944, a Henry A. Wallace un personaje único en le paraje político
de la primera mitad del siglo XX en EEUU.
Wallace fue un pacifista,
sindicalista, bregó por ayudar a URSS en Europa en la lucha contra el fascismo,
un socialista reformista en regla, pero que por la misma implicancia fue
resistido por el sector de derecha del partido demócrata y empresarios que,
ante la perspectiva del deterioro físico de Roosevelt, la posibilidad de tenerlo
en reemplazo ante una probable muerte sería un desastre para sus intereses,
pues efectivamente en abril de 1945 fallece dejando libre el paso a Truman, un
senador de bajo perfil, un agricultor que había logrado la nominación porque era
el más dócil de los políticos demócratas, y que en el puesto fue guiado en la
dirección que los señores de la guerra señalaron.
Oliver Stone y Peter Kuznick
en un muy clarificador libro “La historia silenciada de Estados Unidos” (La
Esfera de los Libros, 2015) recorren el carácter de estos personajes, las
tenciones que estuvieron detrás de la utilización de la bomba y del modo en que
los acontecimientos se dieron, desde sacar del medio a Wallace, al manejo, dudas
y manipulaciones que recibió Truman.
El 8 de mayo Alemania
había sido totalmente vencida por los aliados y el compromiso que los soviéticos
apoyaran la derrota del eje en Asia, por lo que aquello se cumplió, el 8 de agosto
de 1945 URSS declara la guerra a Japón, con la Operación Tormenta de Agosto, invadiendo
Manchuria, con unos 1,5 millones de soldados. En ese momento ya había sido detonada
la primera bomba sobre Hiroshima, por lo que queda claro es que el
mensaje de la segunda detonación sobre Nagasaki tuvo claro objetivo de advertir
a los incómodos aliados que EEUU tenía el poder destructivo de la energía nuclear,
una advertencia con un pavoroso saldo de vidas.
En tiempos que corren, en que se alzan los nuevos fascismos,
cuando han pasado muchas décadas de desarrollo armamentístico, en que cada
cierto tiempo los arsenales de cientos de bombas nucleares son señaladas como el
seguro de muerte en un enfrentamiento final para la humanidad, siempre es necesario
volver sobre estas reflexiones históricos, en una de esas nos puedan servir para
entender el presente.