Byung-Chul Han, un filósofo necesario de nuestro tiempo

Byung-Chul Han ha sido reconocido en España como uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo (algunos con un tono desdeñado lo denominan un "divulgador" de filosofía). Puede ser que por lo mismo que se le critica, una especie de pensamiento con tono POP, que en fragmentos, muchas veces leves y mínimos, le critican, no logra profundidad real, solo alcanza a la cáscara de la sustancia, por mucho tiempo lo evité.

No recuerdo si fue un regalo o tal vez en esas compulsiones -siento que de pronto es casi una adicción- por adquirir libros, compré uno de sus delgados textos, casi como folletos, y lo leí sin mayor expectativa, pero fue una experiencia interesante y profunda. Su escritura es la exposición de ideas que se muestran como pequeñas elaboraciones que se despliegan, de un modo minimalista, apoyadas en el canon intelectual con gran profundidad.

Lo voy a explicar como una propedéutica del viaje en microbús o metro, es decir, en la media hora que separan mi casa, en La Florida, a plaza Italia (ex Dignidad), alcanzo a terminar uno de sus capítulos, o avanzar un par de páginas, suficiente para dejarme pensando el resto de la noche, el día siguiente, y a veces la semana inclusive, buscando las referencias bibliográficas en las que sostiene sus síntesis o afirmaciones. Política (o biopolítica); geopolítica; estética; teología; musicología; antropología; cosmología oriental… todas las llaves del conocimiento humano son tocado por sus preocupaciones intelectuales que se centran en la condición teleológica del ser humano. Esas preocupaciones son lo más cercano a mis propios intereses opinológicos. 

Ha sido especialmente importante el trabajo de Byung-Chul Han en torno a la crisis de la narración, la vida contemplativa y el impacto de los soportes electrónicos en la vida moderna. Estos conceptos han orientado mis propios intereses especulativos, marcando ideas que, en la medida de mis posibilidades, sigo profundizando. Sus reflexiones están atravesadas por una crítica persistente al neoliberalismo como hegemonía del capitalismo tardío, así como a los dogmas que configuran la vida social contemporánea, particularmente en Occidente. En este diagnóstico subyace la evidencia de la crisis: una cierta ausencia de horizonte. No obstante, incluso en su descripción pesimista, emergen elementos esperanzadores. En este sentido, puede hallarse una forma de resistencia que remite a la crítica política de Marx, especialmente aquella formulada en la undécima tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. La reflexión de Han, al asentarse en lo contemplativo y lo sensible, no clausura la acción, sino que abre la posibilidad de movimiento: de esos actos mínimos pero fundamentales que resultan tan necesarios en los tiempos que corren.

Si tiene la posibilidad de leer alguno de sus textos, es una muy buena forma de adentrarse, además, a los debates filosóficos que están en boga.

A pesar de lo que señalan los desdeñados críticos, Han es un gran filósofo y tiene merecido el reconocimiento que se ha informado en estos días.  



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