EL 2024 SE INICIA CON UNA ADVERTENCIA: LA LÓGICA REPRESIVA DEL ESTADO DEBE SER CONTENIDA
En esta temprana etapa del año parece oportuno comentar aspectos de la gestión del gobierno de Apruebo Dignidad-Socialismo Democrático respecto de un tema, se ha señalado con insistencia, sensible como es la política de seguridad pública y su impacto en los derechos humanos.
Una primera idea que surge es que desde una mirada global,
parece que esta administración está atrapada en su condición de gestor del
poder del estado, parafraseando una lejana idea de Lenin, transitar de ser
“órgano de lucha” a transformarse en “órgano de poder”, simplemente le ha
pasado la cuenta.
Probablemente aquello podría explicar la falta de coraje para
exponer lo que, para un segmento de la coalición, hasta marzo de 2022,
reivindicó como parte de su ideario: la necesidad de reformas políticas con
perspectiva de respeto de los derechos humanos. La experiencia de estos 21
meses está siendo decepcionante.
Y no es que se esperara mucho más que esta gestión se
encuadrara en el programa por la que fue electa, es decir, un marco que
hablaba, en ámbitos de DDHH de refundación de Carabineros, del resguardo del
derecho a la manifestación, de la liberación de los presos políticos de la
revuelta, del acompañamiento a las víctimas de la represión de los agentes del
estado, enmarcado en el principio de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías
de No Repetición.
Pero la realidad ha sido esquiva con aquellas mínimas
expectativas. Por cierto que el proceso se ha vuelto complejo, en especial
después del adverso resultado de septiembre de 2022, y un triunfo pírrico del plebiscito
de diciembre de 2023, sumado a que la coalición no cuenta con mayoría
parlamentaria, una crisis económica que afecta especialmente a los sectores
populares golpeados por la inflación y la cesantía, y una efectiva campaña
comunicacional que ha arrinconado las visiones de sentido común en torno a los
fenómenos delincuenciales, todos ingredientes sazonados con el resurgimiento de
las expresiones reaccionarias de la derecha filofascista, hace del futuro, incierto,
contexto que, en todo caso, no justifica abandonar aquellos elementos de
avanzada que fueron ofrecidos en el programa.
Respecto de estos factores, es necesario que desde el mundo de
los derechos humanos y las organizaciones populares nos alcemos como la voz, y
la acción, que denuncie la falta de coraje y la contradicción de las políticas
públicas que se impulsan como respuesta en particular al fenómeno de la
delincuencia, abordándolos con criterios de realidad, pues ya está demostrado
que cuando se construye una norma “antidelincuencia” se dota al estado, más
temprano que tarde, de herramientas para la persecución de la disidencia
política.
Del amplio rango de expresiones de esta agenda por la
seguridad pública, hay algunas categorías que requieren una aproximación
específica, de modo de enunciar aquellos aspectos, se han identificado tres
dimensiones que permiten entender esta deriva reaccionaria del estado y a la
vez sirve de evaluación del desempeño en esta materia de parte del gobierno:
a) Punitivismo Penal.
Para la profesora Claudia
Cesaroni, en su libro “Contra el punitivismo” (Argentina, 2021) podemos
desprender una definición: “La deriva punitivista… puede aplicarse a una
idea política, una conducta moral, una elección personal: todo puede ser
considerado delito y todo puede intentar evitarse mediante la imposición de
algún tipo de pena. Esa manera de abordar las diversas conflictividades es lo
que llamamos punitivismo…”.
Desde la década del 2000 Chile
navega por las aguas de la criminalización de lo que las élites denominan
conductas antisociales. El debate sobre qué es lo incorrecto, incivilizado,
barbárico y decadente en la sociedad ha permitido ir ampliando el catálogo de
conductas sancionadas penalmente, o en otros casos, y/o ampliar los sujetos
susceptibles de los mismos, especificando grupos sociales como la niñez, la
juventud, los estudiantes, formas de representación popular como el movimiento de
los sin casa, las comunidades indígenas, el mundo sindical, hoy mismo el
principal sujeto de sospecha es el “inmigrante ilegal”.
A modo ejemplar, hoy la actividad
parlamentaria está centrada en lo que se ha llamado como “fast track”
legislativo, un paquete de 31 proyectos de ley que se han sumado a una media
docena que se arrastran desde el año recién terminado (ley “Gatillo fácil”). De
aquel grupo de proyectos se han aprobado 21 entre los que se cuentan materias
tan singulares como la penalización del porte de combustible sin una “justificación”
(Ley n° 21.620); la norma que penaliza las “tomas” (Ley n° 21.633); o
modificaciones de la prisión preventiva (pendiente su promulgación);
b) Campaña comunicacional de construcción de
opinión pública (Agenda Setting).
Para la concreción de la primera
gran “reforma” de la Reforma Procesal Penal de 2008, se requirió toda una
campaña de sensibilización que permitió doblegar y controlar el programa del
gobierno de la Concertación. Con bajas expectativas sobre aquella gestión
neoliberal del periodo, igualmente se logró correr el cerco y lo que ya parecía
una tenue estructura de garantías liberales, se pudo torcer para privilegiar la
persecución de la delincuencia, en la que tuvo un estelarísimo papel los medios
de comunicación que en cada noticiero o programa misceláneo mostraban el
descontrol y desborde de la delincuencia.
El mecanismo que se utilizó en
aquel momento ha servido como modelo permanente en estos 15 años, que en cada
periodo ha permitido doblar las agendas reformistas, o conquistar gobiernos. En
esta coyuntura ha sido el gran aliado de las élites al instalar no solo el tema
de la seguridad al centro del debate, sino que arrinconar cualquier esfuerzo reformista.
En un estudio del académico Pablo
Isla de 2021 “Mediatización de la política y politización de los medios. Las
posibles implicancias del docurreality de denuncia en la televisión chilena”
aborda el aspecto de la editorialización de la delincuencia en los medios: “¿en
qué medida los medios logran determinar el contenido de lo que elaboran para un
destinatario unilateralmente definido? Parecería más lógico concluir que la
audiencia no preexiste a los medios, sino que constituye un resultado de una
tentativa mediática. De este modo la audiencia correspondería a un perfil de
personas a las que se espera llegar y que se describe en términos demográficos
y socioeconómicos, es decir, que es más bien un resultado que un presupuesto”.
Al parecer aquí está la clave del
dispositivo mediático, el mensaje es precedido por el perfilamiento que
realizan los medios al editorializar un contenido -una noticia o tema expuesto-,
con toda la carga que implica la propiedad, concentración y compromisos ideológicos
de los controladores de los medios, probablemente potenciado por los contenidos
que circulan por redes sociales y por el acceso masivo de la televigilancia
doméstica, o el uso de smartphone, todo acto de delincuencia o incivilidad es
susceptible de ser registrado, con este flujo de imágenes dirigido se construye
una realidad. De hecho, las cifras de los delitos más habituales en general
bajan, lo que si hay es un agravamiento de aquellos hechos más violentos, que
por supuesto requieren atención de las autoridades, con las herramientas que el
Estado posee, y que no son pocas, pero el permanente paroxismo de comentaristas
y políticos hábiles en señalar esta coyuntura como la más terrible y
descontrolada de la historia, produce, finalmente, una sensación subjetiva de
90,6% de inseguridad, según la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana
(Enusc) 2023 se consolida una verdad en la que si el liderazgo no es claro y
firme, simplemente se dejará arrastrar, aún más, a la vorágine reaccionaria del
garrote a todo evento;
c) Los estados de excepción y el uso de
normativas especiales para el control de la delincuencia, la disidencia social
y las expresiones de incivilidades.
Ha sido una de las demandas más exigida
por la derecha y los comentaristas en medios de comunicación, una pretendida
medida excepcional que permitiría, casi por el solo hecho de ser decretada,
controlar situaciones de orden y seguridad, especialmente las que se relacionan
con crimen organizado, las formas más violentas de la delincuencia.
Por supuesto que su efectividad y
eficacia en especial del decreto de estado de excepción, el que un territorio
quede bajo la supervisión de un oficial de las fuerzas armadas en periodos de
paz, a esta altura de la historia, es un delirio de la derecha y sus satélites
centristas, cuando los antecedentes que se manejan en general señalan que no
logra el “objetivo” central de su invocación.
La utilización de instrumentos
jurídico-políticos especiales es una tentación para contener la crítica de la
derecha y las élites. Legislaciones como la “antiterrorista”, “Seguridad
Interior de Estado” o el mismo decreto de excepción son la forma en que el Estado
limita derechos y convierte una disputa social en una “guerra”.
Estos aspectos, creemos, son el marco general en que se ha ido
moviendo el accionar del gobierno, y en cada uno de estos el desempeño ha sido
deficiente a la luz de las ambiguas señales que se muestran, el avance
definitivo de estas dimensiones de la política lo único que lograrán es legar
una de las legislaciones más represivas, sin compromiso con los derechos
humanos en las últimas tres décadas.