Decrecimiento poblacional, una crisis que requiere reflexiones
Introducción. Donde se han desplegado y desarrollado civilizaciones, han surgido formas de canalizar miedos esenciales, son aquellos pensamientos atávicos que se han proyectado por milenios, siendo la idea de crisis (etimología que la vincula a la idea de decisión) concepto de profundo impacto, expresada en aquellas rupturas sociales que colocan en tensión a las comunidades y sus sistemas de vida.
Una de las más tempranas manifestaciones escritas, sobre
tablillas de arcilla, de hace 4800 años en Mesopotamia es la gesta heroica de Gilgamesh
que narra el viaje de búsqueda de la inmortalidad, narración épica que funda una
serie de referencias arquetípicas que han inspirado a millones de personas en
torno a estas preocupaciones: la eternidad, la mortalidad, la divinidad y la condición
de humanidad. Por cierto, que en todo conflicto heroico hay una preocupación colectiva
en el sentido de que en el desafío del héroe está incorporada la urgencia por
la crisis de la comunidad, en estados de estabilidad no hay conflicto que destrabar,
ni urgencia que enfrentar, la crisis mueve las voluntades, requiere decisiones.
En ese primer poema épico, del que se tiene el registro, se
describe un hecho que colocó en el centro la idea de la fragilidad humana cuando
los dioses sumerios castigan a nuestra especie con un diluvio, la fragilidad que
pesa sobre nuestra condición es central en las preocupaciones en occidente, miedo
que ha sido retratado en decena de relatos, desde aquellos mitos fundantes a la
cultura popular en relatos de distintos soportes y técnicas que colocan al
centro estas preocupaciones, la crisis teleológica como motor de la acción de
los seres humanos.
Lo que la mitología ha retratado desde hace milenios, y la
cultura popular a diseminado en la modernidad, los hechos los ha ido instalando
como una preocupación concreta, si se quiere real, por ejemplo, sobre un colapso
de la población de un pueblo o civilización.
Pretendo escribir pequeños ensayos sobre estos temas a partir
de la información contingente que va surgiendo en medios de comunicación, quise
iniciar con el que tiene que ver con el decrecimiento de la población en Chile
y el mundo.
I.- Hace unas semanas se dio a conocer,
por parte del Instituto Nacional de Estadística el resultado de nacimientos
inscritos el año 2023 en Chile, informe que señala que en los doce últimos
meses se inscribieron 173.920 nacimiento transformándolo en el ciclo de menores
inscripciones en la última década, y proporcionalmente, en la más baja desde
que existen estadísticas.
La preocupación sobre el impacto del decrecimiento de la
población está instalada, como preocupación no solo de demógrafos, sino también
de otras disciplinas sociales desde hace al menos la década de 1950, época en
que tuvo un papel central las reflexiones del demógrafo australiano John Caldwell
quien en extenso trabajo de campo describió una serie de fenómenos relacionados
con el efecto de la fecundidad y la decisión de las personas para tener más o
menos hijos. Probablemente uno de sus instrumentos metodológicos más destacados
sea en torno a la “Teoría de Flujos de Riqueza” que es la forma en que las
personas toman la decisión para tener o no hijos, y señala que es una que
implica un análisis de costos económicos, y de las distintas fuentes que se
pueden encontrar sobre este fenómenos se repiten, en distintas realidades, las consideraciones
materiales (costos asociados a la manutención, educación, salud, lucro cesante,
además de las consideraciones políticas en torno al proyecto de vida de las
madres y su papel en el nacimiento y crianza de un hijo).
El paradigma que ha imperado en casi todo el siglo XX sobre
los fenómenos demográficos es la teoría “Transición Demográfica” que explicaba
el paso, en la sociedad industrial capitalista, de alta natalidad y mortalidad
de niños y niñas, a lo que sucedió desde la mitad del siglo, en que progresivamente
comienza un descenso de la tasa de fecundidad de los países, contexto que se
explica por una sumatoria de factores que van desde esfuerzos globales por
moderar el crecimiento de población, a políticas públicas de salubridad como es
el acceso de métodos anticonceptivos y de planificación familiar. Pero al
parecer este instrumento no está logrando dar una explicación coherente a lo
que está comenzando a vivir la humanidad y que inevitablemente nos llevará a otro
tipo de crisis.
El contrapunto entre el modelo clásico de Transición
demográfica, y el desarrollado por John Caldwell viene al caso por cuanto este
último logra apuntar algo que es cada vez más notorio, la posibilidad de tener o
no hijos es en base a elementos materiales, consideraciones racionales fundadas
en la perspectiva histórica: en momento de incertidumbres globales y locales ¿es
justo seguir poblando el planeta?
II.- Nadav Eyal en su libro Revuelta
(2022), analiza el impacto del fenómeno del decrecimiento de la población
mundial en una perspectiva de conflictos globales jalonados por las cuestiones
de las expectativas de desarrollo económica, de distintas realidades regionales,
mostrando el dramático descenso de la tasa de fecundidad que hace peligrar los
sistemas sociales de manera significativa.
La tasa de fertilidad de cualquier nación debe ser de 2,1 hijo
por mujer. A este coeficiente se le conoce como “tasa de reemplazo”. La razón
de este índice es que para que la población se mantenga estable y crezca el
mínimo para sostener una variante en positivo, descontando factores como la
fecundidad, mortalidad y otras consideraciones es de 2,1. Cuando es menor a esta se
proyectan una serie de afecciones en plazos que pueden sumar varias décadas
pero que es inevitable, como por ejemplo el envejecimiento de la población, cambiando
una serie de estructuras sociales, requiriendo nuevos esfuerzos de políticas
públicas enfocadas en esa nueva realidad.
Eyal describe, por ejemplo, lo que sucede en Japón que tiene
una tasa de reemplazo de 1,3 -al igual de la que se informó el INE- lo que implicado
un cambio radical en algunas regiones del país oriental, que van del vacío de
pueblos, a situaciones culturales como la soledad de miles de ancianos que no
tienen redes que los acompañen y asistan. De hecho este fenómeno particular ha
sido denominado como “baby bust” como aquel descensos sostenido de
nacimientos que impacta, especialmente, en las sociedades desarrolladas.
Un aspecto singular de este fenómeno está siendo el impacto, y
la necesidad, de la migración para responder a requerimientos de asistencia y labores
de distinta calificación de las sociedades envejecidas. Además, que la misma subsistencia
de la condición de una comunidad nacional se torna compleja, y debe serlo en
especial para quienes provienen de matrices ideológicas nacionalistas o
localistas, la fuerza de los hechos muestra que una de las maneras para contrarrestar
el efecto adverso del decrecimiento poblacional es incentivando la migración.
Es cierto que estos mecanismos requieran marcos normativos,
políticas públicas que se hagan cargo en el mediano plazo de los flujos, además
de que aquellos que se allegan como migrantes a los países con decrecimiento no
sean tratados como “mano de obra barata”, reduciendo su propia condición a
simple fuerza de trabajo subvalorada.
Estas mismas cuestiones nos acercan a esas perspectivas de
crisis distópicas que se muestran en la cultura popular, el despoblamiento y la
dificultad de convivir con aquella realidad, pensando que este fenómeno se
acentuara a nivel global, solo África y algunas regiones de Asia mantienen
tasas de fecundidad sobre 2,1 por mujer, aun así la proyección es que cerca del
2100 la población mundial se estanca en torno a los 10 mil millones para comenzar
un descenso para el próximo siglo.
Estamos viviendo los primeros momentos de una crisis.