Sueños de niño de 37 años

Ni que de forma demencial me propusiera pensar en estas cosas justo unos días antes de cumplir años. Ciclos, siglos, tiempo, memoria, corporalidad, edad. Es simplemente que me da ternura recordar aquellas mañanas en el pupitre de la enseñanza básica, en ese edificio que ahora es la Municipalidad de Puente Alto, pero a principios de los ochenta era un colegio regentado por una congregación española, San Viator. En aquellas jornadas miraba por la ventana a la avenida Concha y Toro y me imaginaba cómo sería la vida después del dos mil, barrera fantasmal en aquellos años.
Siempre supuse que lo mío sería la docencia -pensaba que enseñaría a los hijos de mis compañeros, sería el guía de historia o matemáticas- era mi vocación ser maestro, entregar conocimientos y casi de manera automática, para reforzar tan potente impulso, los primeros regalos que llegaban de mi madre eran libros para el cumpleaños, la navidad, el día del niño, el santoral, la tarde de libertad. El almanaque del año era indispensable, la enciclopedia Visual, el librito amarillento que venía con la revista Vea o Ercilla –todo se facilitaba pues mi madre era suplementera y era natural que pudiera acceder a esos productos.
Los anaqueles de nuestras precarias viviendas siempre estuvieron abarrotas de libros, por todas partes se acumulaban siendo, en todo caso, mis preferidos las enciclopedias de editorial Salvat. También el almanaque del que realizaba resúmenes en cuadernos cuadriculados donde apuntaba la capital, y datos geográficos, informadores económicos e históricos. Siempre los que mayor información logré fueron Afganistán, Argentina y las dos Alemania pues estaban al principio de la lista. Andorra también se destacó por su extensión geográfica y su idioma que generaba un orgullo personal pues nadie podía decir que un Estado tenía tu apellido de lengua oficial. Debo admitir que año a año comenzaba pero nunca llegaba a pasar los países de la letra D.
Fui bastante flojo en clases, siempre estaba en ensoñaciones místicas. El recinto del colegio y el internado –del que fui pupilo por cuatro años- daba para esos paseos centenarios por la ciudad medieval que había visto en alguna revista. Pasaba de un patio a otro como quien cruza una muralla de ciudad feudal. La capilla, que aun se ve desde los carros del metro que va a la plaza de Puente Alto, era una catedral que escondía secretos ocultos a los ojos de los mortales pero que mi mirada los descubría con facilidad.
Todos esos viajes se cruzaban con la política y la historia. Eran discusiones con otros compañeros de dormitorio o de curso sobre qué bloque vencería: socialismo o capitalismo. Recuerdo la noche del bombardeo de Tripoli en abril de 1986. Era la señal de una escalada que no toparía hasta la tercera guerra mundial y el fin de las discusiones, pues después de eso no quedaría otra que aceptar cual de los bloques tenía que triunfar y ese sería para mí, el de los proletarios del mundo. En todo caso sentí miedo en eso dos o tres días, hasta que se olvidó de mi mente de 12 años. Recuerdo que para ese evento, transmitido por la televisión de la dictadura, fui una especie de comentarista de las implicancias geopolíticas y sus alcances en nuestro ruinoso rincón de mundo, si finalmente cada capital tenía una bomba atómica apuntándoles, decíamos.

Pero nunca estuvo ausente de mi febril búsqueda de construcción la política y los sueños por una sociedad más justa. En las jornadas de delirio me veía dirigiendo una marcha de trabajadores directo al poder, a la felicidad y la gloria de un mundo mejor.
Ahora que los años han pasado estoy más cerca de la realidad… mmmm.
Que se jodan, creo que cada uno de esos sueños está más vigente que nunca. En verdad creo que es posible construir un mundo mejor, y que uno de estos días logro hacer clases –que ayudante ya he sido y en general se que con buenos comentarios de parte de los oyentes.
En definitiva, a días de cumplir los 37 años, con mil felicidades y dolores a cuestas, siento que los sueños de ese niño mirando por la ventana de la salsa de clases están activos y son posibles todos y cada uno, y realmente me alegro de ello.

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