José y una espera en otoño...

José. Por qué él y no otro. Y yo esperando bajo el frío otoñal que me llegara la inspiración, una niña me contó los dedos de las manos y en cada falange descubrió que estaban escritas palabras que no venían de mí, eran de otro continente.
No lo entendí, por más empeño en resolver aquellas señales.
Cuando ya tarde descubrí que esas palabras arrebatadas y entre mis manos eran las que en alguna revelación de media tarde escudriñe de “Ensayo sobre la ceguera” o “El Evangelio según Jesucristo”.
Quién soy sino un impostor, le diré cuando encuentre a aquella mujer, que leyó mis dedos llenos de palabras robadas. Le contaré que en su piel está la salvación, como el continente que quiso amar José.

Yo soy José…

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