antes y después...

En la parte trasera de la vida, a la cola, se encuentra la razón de todos los dolores.

Recordé que tiene nombre, y tiene estampa, y que en las noches de luna su cuerpo se vuelve, se transforma en germen de vida, en mi propia existencia.
Recordé que tengo nombre, y tengo sueños, y que en las noches oscuras el sabor de su boca me transforma, me convierte en señal de sus lamentos.

Qué hago con el vacío.


Qué hago con la ropa arrugada de esperar que la noche sea luna.
Qué hago con su nombre, con su vientre, con la yema de sus dedos jugando en mi pecho.
Qué hago ahora, que se desviste en silencio, y se prepara para dormir un invierno entero, sosegada de la noche, del ruido, del incendio de su cuerpo, del deseo de sus piernas, par de columnas que solo pujaran una verdad.

Qué hago ahora, que ya se duerme, que hago con todas la palabras que no le he dicho, con todos los símbolos, las canciones, las manzanas rojas que no pueden esperar, con las bocanadas de humo, con los sollozos, con los silbidos, con los libros y su ortografía, con el cine de la tarde, con las tasa de té y los trozos de pedestales que se enfrían en mi frente.
Qué hago, al fin, con el vacío…

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