Cartas, palabras de papel.

UNO. Quién puede leer un libro de 800 páginas, en letra pequeña, sobre los deseos y pesares de un escritor famoso que de manera compulsiva se comunicó por décadas por esta maravillosa vía. Graham Greene, el británico que me hizo reír con sus novelas de espías –decrépitos y falaces- y planes de dominación, en un mundo dividido en relatos delirantes de súper potencias y en las que la “inteligencia” (cuan extraño pueden ser la etimología de ciertas palabras contextualizadas) era la suprema manera de relación de los bloques en pugna.
Es un libro de cientos de epístolas (editado en inglés, aún sin traducción al castellano), de palabras que de manera libre y serena exponen la posición del autor sobre su contingencia, entablando permanente dialogo con su tiempo, en voz de muchos otros amigos, intelectuales, escritores y demaces.
Greene se sustenta en si mismo, pero se hace distintivo en las palabras que escribió (en rigor dictó a su hermana Elisabeth) y debatió sobre lo humano de los seres y lo divino de sus sueños.
DOS. Hoy simplemente se puede enviar una carta por correo electrónico, o subir las líneas a la red de redes y esperar que signifiquen algo para alguien. Pero esa forma de comunicar por correspondencia sigue siendo en esencia una esplendida oportunidad de traspasar, trascender el tiempo.
He escrito sobre los caminos de las palabras en la época de la hipertextualidad. Los goliardos, ciber argonautas (buscar el vellocino en el océano binario), la biblioteca total que se encuentra contenida en la red, todas las palabras posibles con sus desacuerdos y mitades. Y una carta puede ser la forma de trasmitir esa fuerza potencial.
Las cartas son una de mis maneras preferidas de comunicar ideas. Desde muy joven escribí la misiva definitiva, la que sirviera para abrir o cerrar un tema, la que le diera continuidad a un sentimiento, a la relación con otro. Este género es de los más destacados en la historia de la literatura universal, pues tiene una flexibilidad que permite casi a cualquiera desplegar una argumentación probable sin necesidad de un estilo destacado. Indudablemente que se agradece la ocurrencia de una correspondencia estilizada, con manejo de los códigos y formas poéticas que hacen de su lectura un deleite.
La intimidad, la proximidad, o la distancia del trato se pueden lograr con una carta. Se puede hablar del amor que despierta la contraparte, de los deseos que le provoca, del delirio que le invade. Para el siguiente remitente, pueden ser palabras de estricta formalidad que le pide la consideración en un asunto que solo a él le compete.
En tiempos pasados, la historia contiene misivas decisivas en la evolución de los acontecimientos. Por ejemplo Mussolini y Churchill se comunicaron, previo al inicio de las beligerancias para intercambiar ideas, y en particular el británico instar al fascista a involucrarse e impedir las ansías expansionistas de Hitler.
TRES. De las cartas más famosas, y que tengo siempre en mente por su fuerza irónica y la coyuntura en la que fue concebida por Graucho Marx en respuesta a las amenazas del estudio cinematográfico Warner Brothers por el proyecto “Una Noche en Casablanca” (1946) y que los hermanos Marx se encontraban filmando:
“Queridos Warner Brothers (Texto completo)
Al parecer hay más de una forma de conquistar una ciudad y de mantenerla bajo el dominio propio. Por ejemplo, hasta el momento en que pensamos en hacer esta película, no tenía la menor idea de que la ciudad de Casablanca perteneciera exclusivamente a los Warner Brothers. Sin embargo, pocos días después de anunciar nuestra película recibimos su largo y ominoso documento legal en el que se nos conminaba a no utilizar el nombre de Casablanca.
Parece ser que en 1471, Ferdinand Balboa Warner, su tatarabuelo, al buscar una tajo hasta la ciudad de Burbank, se tropezó con las costas de Africa y, levantando su bastón (que más tarde cambió por un centenar de acciones en la bolsa), las denominó Casablanca…”
Larga vida a las epístolas, a las palabras escritas en el blanco mantel de papel, y que sirven para un propósito de infinitas formas.

Comentarios

  1. Anónimo8:25 a.m.

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